Jorge Pacheco Tejada
Docente del Departamento de Educación de la Universidad Católica San Pablo
El 6 de julio celebramos en el Perú el Día del Maestro. Con motivo de esta celebración todos opinan respecto a la labor docente y cómo debe ser el maestro peruano. Hay voces de gratitud, admiración, reclamo y protesta. En fin, todos quisiéramos decir algo respecto a esta profesión.
Hoy, se me ocurre preguntarle a algún docente qué piensa de sí mismo, qué dice acerca de su labor. He elegido a uno antiguo, a alguien reconocido por su labor pedagógica incansable. Un maestro de la “vieja escuela” que aún hoy nos repite el mismo sermón: “Hay que enseñar a tiempo y a destiempo, con ocasión y sin ella”. Es de esos educadores que están convencidos de la importancia de su tarea, alguien que cuando descubrió su vocación, no hizo otra cosa que dedicarse con alma, corazón y vida a la tarea de enseñar.
Si le preguntáramos a Pablo (algunos lo conocieron como Saulo de Tarso) qué dice de sí mismo, de su ser maestro, la respuesta la encontraremos en la segunda carta que le escribió a Timoteo, donde nos recuerda: “Sé en quién he puesto mi confianza, y estoy seguro de que él con su poder cuidará, hasta el último día, lo que me ha encomendado”.
La carta a Timoteo contiene esa expresión muy propia del apóstol que hoy, hablando de la celebración por el Día del Maestro, aporta un significado especial para nosotros.
Un maestro cristiano es aquel que, al igual que Pablo, es una persona que confía en Dios y hace su voluntad. Estoy convencido de que hoy, en el Perú, es necesario mantener y fortalecer esa identidad cristiana de nuestra vocación magisterial, que nos lleva a la confianza plena en el Señor.
Es desde esa confianza que surge la certeza de que su poder cuidará de nosotros, para que nos esforcemos en hacer lo que nos ha encomendado: educar para hacer de los seres humanos personas dignas y plenas. Educar para la trascendencia. Educar personas que puedan influir positivamente en la cultura, impregnándola de los valores del Evangelio.
Esta visión clara de servir a la evangelización de la cultura desde la enseñanza escolar, tiene que iluminar nuestro compromiso cristiano a lo largo de nuestro desempeño magisterial.
Cada año, cuando celebremos el Día del Maestro, quienes ejercemos la enseñanza, debemos motivarnos a renovar nuestra confianza en Dios: que guíe nuestros pasos y nos dé la fuerza suficiente para hacer bien lo que nos ha encomendado y realizarlo, además, con ilusión, pensando en que eso contribuye a que nuestro Perú sea grande.
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