Juan Pablo Olivares
Alonso Ugarte Aragón fue delantero. Jugaba de 9 y a los 6 años de edad era el goleador de la Escuela de Fútbol Juvenal Briceño. Por partido anotaba un promedio de dos a tres goles, pero a su equipo le encajaban el doble. Tal vez por eso, inconscientemente, Alonso decidió convertirse en arquero.
En rigor, Alonso desconocía de las habilidades y condiciones para ser un buen portero. Reconoce que solo tenía las ganas de aprender los secretos de ese puesto y disposición para el entrenamiento.
Entrenaba todos los días y cada fin de semana se paraba bajo los tres maderos para evitar los gritos de gol que, como delantero, cantaba a voz en cuello.

El fútbol, una gran oportunidad
Debutó en la primera división de la Liga de Yanahuara a los 13 años. “Empecé jugando fulbito, luego fútbol y pasé por varios equipos de Copa Perú”, recuerda.
Ponerse los guantes y cuadrarse bajo el arco es muy importante para él. No le importa el esfuerzo ni el sacrificio para lograrlo porque el fútbol le marcó la vida. Le dio fama y la posibilidad de tener su primer trabajo y de conocer a su esposa.
Le otorgó la oportunidad de ser becado y estudiar la carrera de Administración de Empresas. “Siempre estaré agradecido con el fútbol porque me dio también la posibilidad de ganar dinero y ayudar a mis padres”, asegura.
Su experiencia en el fútbol amateur es extensa. Llegó a jugar en las divisiones menores del FBC Melgar y fue pretendido por el Bolognesi de Tacna para jugar en el fútbol profesional. Pero Alonso tuvo que decidir entre el fútbol y los estudios y resolvió optar por lo académico.
“En el tema deportivo, mis padres no me apoyaban al 100 % porque ellos querían que me dedique íntegramente a los estudios”, recuerda.

Sin diagnóstico
Pese a las dudas de sus padres, Alonso continuó jugando al fútbol. Lo hizo de la mejor manera hasta los 28 años. Desde ese momento, una rara enfermedad –hasta ahora no diagnosticada– puso en peligro su relación con este deporte.
Alonso cuenta que, de un momento a otro, se le inflaman las articulaciones (dedos de la mano, muñecas, rodillas, tobillos y hombros) a tal punto que se ve impedido de hacer algunas cosas, como girar la perilla de una puerta.
Los médicos le dijeron que podría ser una artritis reumatoide (enfermedad crónica que provoca dolor, inflamación y rigidez en las articulaciones) o una artritis anquilosante (enfermedad inflamatoria crónica que afecta las articulaciones de la columna vertebral).
“La condición la tengo desde los 28 años, me han visto reumatólogos, nefrólogos, traumatólogos y no han dado con un diagnóstico real. Solo me pidieron que deje el fútbol seis meses”, relata.
Pese a ello, el arquero decidió seguir jugando. Para calmar el dolor de las articulaciones –que puede durar horas o días– Alonso se frota las rodillas, tobillos y manos, toma sus medicamentos y se venda lo mejor posible para poder jugar.

Sin opción al retiro
Con 40 años de edad, la vida de Alonso transcurre entre el trabajo, la familia y el fútbol. Alonso es jefe de ventas de Pregrado de la Universidad Católica San Pablo y juega en la categoría sénior de la Copa Perú. Defiende la camiseta del Polper, equipo con el que se proclamó campeón departamental y destacó en la etapa regional.
Aunque teme que su enfermedad lo aleje de las canchas, Alonso asegura que seguirá jugando al fútbol en un puesto al que define como ingrato y en el que se debe tener condiciones físicas y técnicas.
“Sobre todo, un portero debe tener personalidad, temperamento y estar fuerte mentalmente”, dice Ugarte con la certeza de que, pase lo que pase, el fútbol siempre le hará ver la vida de forma diferente.
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