Gabriel Centeno Andía
Cuando Julio César decidió dejar su natal Huacho en Lima, le anunció a su madre que emprendería un viaje a Arequipa por trabajo, mas no volvería.
Él no conocía Arequipa, pero sabía que era una ciudad bella y estable económicamente, así que decidió viajar para dedicarse a la fabricación de cocinas. Ya pasaron 15 años de ese episodio y Julio César Guevara Ortiz, vive agradecido en esta ciudad.
Eventualmente regresa a Huacho para visitar a su familia, pero piensa quedarse aquí hasta el día que Dios ‘lo recoja’. “Mi hijo y mi esposa son arequipeños y también está mi negocio. Arequipa me lo dio todo”, confiesa.
Los caminos de la vida
Julio César trabajó en Huacho desde muy joven y en el campo, después trabajó limpiando hoteles y luego en un restaurante. Allí conoció a una señora que se dedicaba a cocinar cuando él lavaba platos.
Fueron amigos, pero Julio César decidió cambiar de trabajo una vez más. Tiempo después, aquella señora que conoció en el restaurante, le comentó que sus hijos necesitaban ayudantes para emprender fabricando cocinas de acero inoxidable en Arequipa. Allí comenzó todo.
“Para mí, que empecé en el campo, ir a fabricar cocinas era como estar en la NASA. No sabía mucho de eso”, recuerda.
Desde el año 2008 trabajó en esa empresa. Lo hizo hasta que comenzó la pandemia, pero finalmente se quedó sin trabajo. “Solo tengo educación hasta tercer año de primaria. He trabajado durante toda mi vida y fue complicado quedarme sin empleo, aun así, decidí iniciar mi propio negocio Calinox”, sostiene.
En busca de oportunidades
Lo que menos tenía era dinero. Apenas ahorró 2 000 soles, ya tenía un hijo y no podía destinarlos para otra cosa. Se prestó 8 000 soles de un familiar para comprar una dobladora, planchas de metal y herramientas para empezar.
“Estábamos en medio de una pandemia, con una crisis política y con mi hijito. Realmente fue complicado. Luego alquilé un taller donde inicialmente vivíamos y empecé en una esquinita a trabajar”, recuerda.
Con la pandemia en curso, algunas personas le solicitaron pediluvios para la desinfección de zapatos. Empezó vendiendo tres, luego seis, hasta que le pidieron más y así pudo capitalizar su dinero.
Cuenta que tener su negocio propio era su sueño; sin embargo, es algo que le demanda todo su tiempo. “Hasta ahora no he parado”, asegura. El nombre Calinox es la fusión de las palabras calidad e inoxidable.
“Cuando trabajaba en la otra empresa, los clientes querían que yo haga sus pedidos porque lo hacía con calidad, así nació mi iniciativa”, refiere Julio César, que ya lleva dos años en el negocio y cuenta con siete trabajadores a quienes trata como a sus hijos.
Nació de la pobreza
Julio César vivió en la pobreza extrema. Cuando era niño, recuerda que su madre quiso comprarle un camión para que juegue. Sacó un crédito y debía pagar 2 soles semanales. La segunda semana lo devolvió porque no le alcanzaba el dinero.
“He dormido bajo un puente y debajo de mesas. Algunos se burlaban de mí y otros jefes me tiraban chicles en la cara. Si retrocediera el tiempo no cambiaría nada, porque todas las cosas que me pasaron me convirtieron en la persona que soy”, confiesa.
“Yo no soy tonto”, repite en varias partes de nuestra entrevista, pues en cada situación que le tocó vivir aprovechó la oportunidad. Cree que su historia amerita un libro y hasta una película que él mismo está dispuesto a financiar, pero es consiente que aún falta mucho camino por recorrer.
Una de sus metas es generar más dinero para ayudar a otras personas. En su trabajo, eventualmente suele entregar bonificaciones a sus trabajadores cuando le va bien y también los apoya en algunas necesidades o inversiones que realizan.
“En un cajón te vas solito, por eso lo que hago ni siquiera es por mi hijo ni por nadie. Es solo por mí. Es mi esfuerzo que definitivamente quiero compartir”, asegura.
Negocio viral
Uno de sus pasatiempos actuales son las redes sociales y le ha puesto tanto empeño, que monetiza con el contenido que genera en su página de Facebook (Calinox Arequipa), donde supera los 18 000 seguidores.
Algo que destaca en Julio César es su habilidad. Esto le llevó a contactar a algunos ‘youtubers’ para promover su propio negocio.
“Comencé a seguir al Tío Lenguado (Carlos Guerra) y Descocaos (Lorenzo Guerra), porque me parecía interesante y luego vi que podía tener clientes potenciales para mi negocio, así que les propuse regalarles o cambiarles una freidora por dos vídeos y fue así que comenzó nuestra alianza”, refiere.
A los pocos meses, al ver que crecían sus redes sociales, ofreció sus productos a cambio de apoyo, pero en el camino se percataron que se trataba de un buen producto y lo que inicialmente empezó como una ‘estrategia’ terminó por convertirse en una cruzada liderada por el mismo Carlos Guerra
“El tema de ‘un peruano apoya a otro peruano’ era de algún modo una estrategia y ahora dio otro giro”, refiere.
Lo cierto es que su negocio bajó —meses atrás— hasta un 30%, pero a raíz de la publicidad de los ‘youtubers’ aumentó al 100%, lo que da cierta tranquilidad a Julio César.
“En cinco años me veo con un terreno propio, mejor maquinaria y vendiendo nuestros productos en todo el Perú, incluso fuera del país”, dice optimista el huachano con corazón arequipeño, que ahora sueña con construir un gran hotel y, ¿por qué no?, incursionar en la política.
“Si con tercer año de primaria y 8 000 soles pude iniciar un negocio rentable, imagina qué podría hacer por el país”, sostiene convencido Julio César.
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