Gabriel Centeno Andía
Hace más de tres años, Carolina Aréstegui, dio la primera puntada de un proyecto personal que en la actualidad, le ha dado muchas satisfacciones. Pese a la crisis generada por el COVID-19 salió adelante y —como muchos emprendedores— empezar de cero, pero manteniendo el concepto con el que nació: revalorar la técnica del bordado ancestral de los andes.
El año 2017, cuando preparaba una colección de ropa para participar en un concurso, incorporó bordados y telares andinos a sus prendas. A ella le gustó mucho como quedaron y allí nació Comodora.
“Investigué un poco más sobre el desarrollo de la artesanía textil en el país y conocí su problemática, lamentablemente no hay mucha difusión de bordados peruanos y no los usamos porque no hay muchas marcas que los revaloren. Los bordados son ancestrales y son parte de nuestra cultura, pero no lograron adaptarse a la moda y eso es lo que busca revertir Comodora, incorporándolos a prendas casuales y de alta costura”, asegura.
En familia
Hace unos años Carolina, también convocó a familias de Cusco y del Valle del Colca (residentes en Arequipa), y que contaban con talleres de bordados para sumarlos al proyecto. Al inicio, fue complicado porque algunas familias, al no tener estabilidad económica, dejaban de bordar para dedicarse a otras actividades que les generen ingresos fijos, sin embargo, encontró a cuatro familias conformadas por quince personas, con quienes actualmente trabaja y juntos, afrontaron el momento más duro de Comodora a raíz de la emergencia sanitaria.
“Durante la pandemia me di cuenta que todos debimos empezar de cero y resultó una oportunidad para que crezca la marca. Fue así que a pocas semanas de iniciar las restricciones sanitarias, en abril de 2020, lanzamos la campaña de mascarillas solidarias para reactivar la economía de las familias que eran parte de nuestra empresa”, refiere.
Así, terminaron vendiendo cientos de mascarillas bordadas y también en telas de lliclla. “Aplicamos las recomendaciones del Minsa y usamos tres capas en nuestras mascarillas, que al final se convirtieron en pequeñas obras de arte”, sostiene.
Además, debieron suspender la elaboración de prendas de alta costura para empezar a fabricar prendas que se acomoden a este nuevo tiempo en casa, como poleras y polos.
Se reinventaron
Pese a todo, la pandemia no fue muy perjudicial, aunque debieron esforzarse el triple para vender. “Antes de la pandemia no teníamos una tienda propia, solo participábamos en ferias y teníamos puntos de venta donde dejábamos algunas prendas, y nos generaban algunos ingresos. Con la pandemia vendimos más por redes sociales y afortunadamente a las personas les agradó nuestra propuesta”, dice emocionada y con la esperanza de retomar el presente año la alta costura.
Precisamente este año, Comodora lanzará productos para el hogar y para hacer más confortable el trabajo en casa, pero la proyección a largo plazo se mantiene en abrir una tienda en Arequipa y otra en Lima, así como participar en ferias internacionales para difundir el bordado peruano de la costa, sierra y selva.
Aunque lo más importante es que las familias que impulsan su empresa puedan conservar la tradición del bordado. “Un día fui a un taller para coordinar unos asuntos y vi que uno de los sobrinos estaba empezando a bordar para ayudar a su tío y lo hacía porque le gustaba. Ese es uno de nuestros objetivos, la conservación de nuestra cultura”, asegura.
EL DATO
Comodora tiene como público objetivo a mujeres de 28 a 42 años, independientes y con gusto por el arte del bordado. Además, busca crear una marca con conciencia social, ecológica y que valore el arte peruano.
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