Christiaan Lecarnaqué Linares
Amy Kang es coreana y llegó a Arequipa en marzo de 2020 para iniciar un negocio. Jamás se imaginó que por esos días se decretaría una cuarentena para controlar la transmisión del COVID-19. Hoy recuerda ese momento con humor, aunque esos días fueron de angustia. Dos años después —desde diciembre de 2020—, Amy tiene una cafetería dedicada a la venta de postres y comida coreana con tres locales en la ciudad.
Cuando empezó casi nadie acudía a su negocio. “Había pocos clientes. Estaba triste”, recuerda. Pero invirtió en redes sociales y un sábado de febrero de 2021, encontró una inesperada cola en la puerta de su primera sucursal en la calle Álvarez Thomas. “Había una cola inmensa”, comenta con una sonrisa escondida detrás de su mascarilla negra.
Dulce Alpaca inició con helados y pasteles, pero luego a pedido de los clientes, ofreció caldos entre otros potajes coreanos. Además, vende productos importados como refrescos, sopas instantáneas, peluches de alpaca, etc.
El nombre de su local no advierte necesariamente esta especialidad. “Algunos piensan que vendo comida de alpaca”, comenta sorprendida. Lo que ella hizo fue buscar un nombre que evite confusiones entre el público y el resultado fue algo muy original. Eligió dulce por los postres y alpaca (un auquénido peruano) porque a Amy Kang le parece un animal “muy tierno”.
Por ahora atiende sola en su local de la calle Álvarez Thomas. No tuvo una buena experiencia con sus extrabajadoras y así continuará hasta que consiga el personal apropiado y sobre todo, de confianza.
Una vida de mochilera
Su vida laboral inició en Sídney (Australia), en una compañía naviera coreana que calzaba bien con los estudios que realizaba en su país: Negocios Internacionales e Inglés; sin embargo, no encontraba su propósito en ese empleo. “Era muy rutinario y aburrido”, cuenta. Después de renunciar empezó un viaje por Latinoamérica para encontrar el propósito de su vida.
Viajó sin hablar ni una palabra en español a Cuba, Ecuador y Colombia. Luego ingresó a nuestro país en bus. Recorrió Máncora, Trujillo, Chimbote, Lima y Arequipa. En Perú hubo un clic para sus proyectos. “Ecuador no estaba tan avanzado como Perú y Chile me parecía muy competitivo, así que elegí este país para iniciar un negocio”, explica Kang.
Terminó su gira en Brasil y regresó a Busan en Corea —su ciudad natal— a culminar sus estudios, pero con una decisión tomada: regresar a Perú. Sus padres, a quienes no ve desde 2019, aceptaron su decisión y la dejaron ir.
Arribó otra vez a Lima en 2016 ya no con una mochila, sino con más maletas. Arrancó con una importadora de autos y repuestos. Su español mejoró y adoptó a un perro de raza schnauzer al que bautizó como Mandú.
Aunque la empresa funcionaba, sentía que no cuajaban sus sueños, pero sus viajes a Arequipa le ofrecieron otra perspectiva. Ella buscaba más tranquilidad y la Ciudad Blanca no ofrecía el caos capitalino. Además, sintió una extraña conexión con la arquitectura arequipeña.
Confinada en Arequipa
En 2020 preparó nuevamente sus maletas, alistó a Mandú y se mudó a Arequipa. Viajó en marzo de ese año. La cuarentena se decretó apenas pisó la ciudad y la cumplió en un departamento en la urbanización Piedra Santa en Yanahuara. Mientras se liberaban las restricciones impuestas por el Gobierno leía, reflexionaba e invertía en la bolsa de valores.
Como tenía en mente el proyecto de Dulce Alpaca, empezó a buscar un local. Quería uno construido con sillar. No fue fácil encontrar un establecimiento con estas características. “Como era extranjera, no me querían alquilar uno”, dijo. Hasta que finalmente encontró uno en la segunda cuadra de la calle Álvarez Thomas.
Dos años después, Dulce Alpaca tiene un local en la avenida Víctor Andrés Belaúnde en Umacollo (Amy vive detrás de esa sucursal) y otro en la avenida Estados Unidos en José Luis Bustamante y Rivero.
Felicidad plena
A Amy le va bien en los negocios y el amor. Tiene novio arequipeño y planes de matrimonio en Arequipa.
También disfruta de la comida local. Uno de sus platos favoritos es el adobo. “Desde que vivo en Arequipa subí de peso”, comentó con risas.
Su cariño por esta ciudad no es una pose, sino una verdad. Por eso aspira a que Dulce Alpaca se convierta en una marca representativa de la región como otras ya posicionadas en el mercado arequipeño.
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