Gabriel Centeno Andía
Bernardino nació en un pueblo de alfareros. Hace 70 años vio la luz en Pucará (Puno) donde su padre era maestro de cerámica en un centro vocacional y formaba a varios jóvenes del lugar para que se desempeñarán en esta labor.
“Le apasionaba enseñar, pero no quería que sus hijos fueran artesanos. Siempre nos decía que teníamos que ser mejor que él y por eso cuando terminé el colegio vine a Arequipa a estudiar arquitectura”, recuerda Bernardino Arce Corimaya.
Cuando estaba en el tercer año de estudios y al ver que no podía seguir la carrera por falta de dinero, empezó a trabajar la arcilla para generar ingresos. Hizo lo que casi todos en esa época: cristos crucificados, algunos monumentos arquitectónicos de la ciudad, templos e iglesias en miniatura, characatos y nacimientos, que le permitieron poner en práctica lo que había visto en Pucará, además subsistir.
“Hice lo que mi padre no quería, pero en el fondo a mí me gustaba. Es difícil no volver a tus raíces cuando naciste en un pueblo donde se respiraba arte. Tal vez nunca debí tocar la arcilla porque cuando uno lo hace ya es muy difícil dejarla”, dice entre risas, mientras sostiene unos huevos de cerámica para un árbol de Navidad que empezó a elaborar hace 5 años a raíz de un pedido para Alemania.
Y es que el talento de Bernardino —en realidad de la familia Arce— traspasó fronteras y llegó hasta Bolivia, Chile, Argentina, Costa Rica, Cuba, Brasil, Colombia, entre otros países, así como Alemania y Estados Unidos.
“Cuando dominé la técnica de la arcilla empecé a innovar. Así empezamos a elaborar nuevas cosas como vajillas, floreros, maceteros con diseños únicos en los que me ayudó mi hijo. Eso me sirvió bastante porque nuestros productos son diferentes”, asegura.
Antes de la pandemia dictó algunos cursos presenciales en su taller, pero ahora lo hace de manera virtual. Las restricciones por la presencia del coronavirus en la región, le permitieron tomar un descanso, pero regresó con productos nuevos que ya comercializa y que resultaron un boom como las macetas tipo brotes. Además, aprendió a sacarle provecho a las redes sociales y sube contenido frecuentemente para ofrecer sus diseños en su página de Facebook (Cerámica Arce).
Bernardino tiene seis hijos. El penúltimo (Fernando), le sigue los pasos y trabaja con él. Los demás tienen otras profesiones.
“Eso sí, la última es arquitecta. De alguna manera tenía que sacarme el clavo y cumplir con la voluntad de mi padre”, sostiene el artesano que pronto abrirá su taller al público pues lo convertirá en una galería–taller para que las personas conozcan sobre cómo el agua y la tierra, mezclados con mucha pasión, pueden convertirse en algo excepcional.
EL DATO
Algunas madres solteras y sin empleo, buscaron una oportunidad en el taller de Bernardino para generar algunos ingresos para su familia. Nunca les cerraron las puertas y algunas siguen colaborando en la producción de artesanías.
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