Juan Pablo Olivares
El encuentro con el destacado piloto de rally, el arequipeño Jorge Hirose Málaga, estaba cargado de gran expectativa y un genuino deseo de conocer su historia y entender su pasión por el automovilismo.
Era la primera entrevista después de su participación en el rally Caminos del Inca. Compitió con su camioneta Toyota Tacoma 2005 para recorrer más de mil kilómetros, pero se vio obligado a abandonar la carrera en la cuarta etapa (Andahuaylas – Cusco), porque se sopló el empaque de la culata (tapa del motor).
A simple vista, la tranquilidad y el buen humor de Jorge daban cuenta de que esa fallida carrera era parte del pasado. Aunque aclara que, si hubiese tenido el tiempo y presupuesto adecuado, otra sería la historia de lo que significó su retorno a la competencia automovilística más importante del Perú, después de siete años.
Pasión, locura y dinero
Hirose argumenta que el piloto debe contar con el presupuesto suficiente para cada carrera, porque sólo así se puede ser competitivo. Sostiene, además, que el verdadero corredor de autos no mide el gasto o la inversión que hace en el coche, porque lo único que le interesa es la satisfacción de subirse al podio y ser reconocido como el mejor.
Con esta afirmación, la curiosidad por entender su pasión por los fierros se va esclareciendo, más aún cuando reconoce haber gastado cerca de 200 mil dólares en sus más de 10 años como piloto profesional. Nada menos.
Volver a empezar
Confiesa que lo único que sabe hacer, que lo hace feliz y le da sentido a su vida es correr autos. Ese es su proyecto de vida. Es por ello que Jorge dedica todo su tiempo y gasta casi todo su dinero en el automovilismo, deporte que también define como su pasión y negocio.
Luego de ganar el Premio Presidente de la República en 2017, con el auto Toyota Corolla AE86, un modelo emblemático de carrera, el piloto arequipeño se alistaba para Caminos del Inca 2020, pero la pandemia por el covid-19 trajo abajo la competencia.
No sólo se suspendieron las carreras sino que también se paralizó su empresa de turismo Papaya Tour. En medio de la pandemia y sin trabajo, se dio cuenta de que sólo contaba con un auto a medio armar y tres motos.
Piloto y vendedor
Durante el encierro y la crisis por la pandemia, pensó que había desperdiciado su vida y el dinero en los carros, que toda su pasión no había servido para nada. “Me dio una depresión en agosto de 2020. Empecé a juzgar mis decisiones, fui mi peor verdugo”, recuerda.
No había manera de volver a correr ni continuar con su empresa, el mundo, su mundo, se le venía abajo, hasta que decidió incursionar en el negocio de las ventas. El piloto de carreras se convirtió en vendedor y empezó a ofrecer de todo por las redes sociales y a través de redes de mercadeo.
“Mis amigos empezaron a comprar por ayudarme y luego porque se dieron cuenta de que los productos que les daba eran buenos, y claro, porque era una persona conocida por el automovilismo”, asegura.
Entonces, descubrió que lo hecho en el automovilismo no había sido en vano. Motivado por ello y su éxito como vendedor, donde llegó a ganar cerca de 25 mil dólares, decidió volver al mundo de los fierros y compró la camioneta Toyota Tacoma 2025, con la que corrió en Caminos del Inca. Por si fuera poco tiene como objetivo, a mediano y largo plazo, comprar un coche de categoría Rally 3, valorizado en 200 mil dólares. Sin duda, Jorge Hirose volvió a su locura, como él llama al automovilismo.
El origen
La historia de Jorge con el automovilismo empezó gracias a su padre que, si bien no fue corredor, sentía un gran amor por los autos. Recuerda que con él viajaba a todos lados y así le nació el amor por los coches.
“Me gustó manejar por la carretera. Ir rápido, a velocidad, hasta que empecé a correr profesionalmente en 2009 como copiloto”, cuenta.
Jorge vive en el mundo de los carros, es su pasión, su vida. Sin embargo, esa emoción o sentimiento que le ha dado muchas cosas, también le ha privado de otras, como el no tener aún una familia.
El piloto, de 47 años de edad, es consciente de ello y de lo peligrosa que es su profesión. Los riesgos y el peligro de muerte en el mundo de los fierros son inevitables.
Reconoce que su gran temor es que el auto que conduce se incendie por alguna falla y muera quemado. No obstante, Jorge enfrenta el peligro con vehemencia, “como lo hace un piloto de verdad”, sentencia.
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