No se trata de evadir el problema sino de abordarlo. Y la forma de hacerlo no es ‘satanizando’ la tecnología, sino aceptándola como algo que está presente en todo.
Jorge Pacheco Tejada
Educador
Con el desarrollo tecnológico, muchos tienen el temor —o la esperanza— de que pronto el maestro pasará de moda y será reemplazado por las famosas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Pero sería un mal punto de partida enfrentar al maestro con la tecnología, como que se tratara de decidir por uno u otro.
Hoy, muchos padres de familia estamos muy preocupados, y con razón, porque nuestros hijos pasan demasiado tiempo en las pantallas de sus dispositivos. La preocupación no solo es por el cansancio ocular, la falta de ejercicio y la distracción de las tareas, sino también por el contenido de la información a la que acceden.
Aceptar la tecnología
No se trata de evadir el problema sino de abordarlo. Y la forma de hacerlo no es ‘satanizando’ la tecnología, sino aceptándola como algo que está presente en todo. Aceptarla supone buscar lo bueno que hay en su uso y ser conscientes del daño que potencialmente puede causar si es que no se le utiliza de forma adecuada.
En tal sentido, me gustó la propuesta de Rose Luckin, profesora del Instituto de Educación del University College de Londres, durante una entrevista acerca de la tecnología en clase y el uso de la inteligencia artificial.
La especialista parte de esta premisa: “Nadie puede reemplazar a un maestro humano si no es otro maestro humano”. Luego, añade: “Los maestros no son reemplazables en absoluto. De hecho, creo que los educadores se encuentran entre las profesiones más importantes, tal vez la más importante para el futuro porque todos aprenderán durante mucho tiempo más durante sus vidas. Los educadores van a tener aún más demanda”.
Lo anterior, sin embargo, no anula en nada la posibilidad de que el docente acceda a la tecnología para apoyar su trabajo en el aula. Luckin lo explica así: “El repertorio de la experiencia humana es enorme y va mucho más allá de lo que podemos automatizar, sin embargo, [sí es cierto que] podemos automatizar algunas partes del trabajo [docente] increíblemente bien”.
De esta manera deja bien zanjada la inquietud inicial de este artículo: no se trata de contraponer maestro y TIC, sino más bien de integrarlos.
Inteligencia artificial
Aceptada la tecnología, una segunda inquietud es qué tipo de herramienta podemos usar para beneficiar el trabajo del maestro en el aula. Allí aparece algo que anda muy de moda: la inteligencia artificial (IA). A esta se le conceptualiza como “aquellos algoritmos que se materializan en programas informáticos que, a su vez, corren sobre un hardware determinado, y que persiguen imitar el modo de funcionamiento del cerebro humano”.
En sencillo, la IA “actúa imitando lo que hace una mente humana: debe ser capaz de ‘percatarse’ de lo que pasa a su alrededor, procesar esa información y sacar conclusiones”.
Cabe aclarar que hasta la fecha, los científicos que estudian este tema no han podido crear una IA de tipo general, sino que han optado por elaborar procesos especializados. Allí se inscribe la IA que se puede usar en el aula.
“Si lo hacemos bien —dice Rose Luckin—, con la IA podemos pasar más tiempo lejos de las pantallas. Vamos a tener más tiempo para el arte, la creatividad y todas las cosas que actualmente se están perdiendo en el sistema”.
“Los avances en tecnología no necesariamente tienen que significar más tiempo inmersos en ella. Un buen uso de la tecnología debiera significar tener más tiempo para desarrollar a plenitud nuestro talento humano. Ser más personas”.
Rose Luckin.
Conclusiones sobre el uso de la tecnología en el aula
Situar la educación en un mundo automatizado. Con el uso adecuado de la tecnología podríamos abordar las necesidades de nuestros alumnos de manera mucho más efectiva. Tenemos, por ejemplo, el reto de personalizar más la educación, de atender mejor a los alumnos con necesidades especiales.
Atender mejor las humanidades en la educación. A medida que la tecnología avanza, necesitamos el enfoque de las humanidades para comprender mejor a la persona y su entorno.
No perder el fervor. Un entorno tecnológico no libera al maestro de motivar a sus estudiantes para que luchen por aprender. Un docente debe entender en qué lugar están parados sus alumnos y dónde están teniendo problemas. Esta tarea no puede delegarla a la tecnología.
Manejar mejor la información en la escuela. Considerando un conocimiento de lo que se ofrece en las redes y que ayude a los maestros a hacer su trabajo de una manera mucho más efectiva.
Ética en el uso. Ayudaría mucho contar con instituciones que se preocupen por analizar y regular los aspectos éticos que se deriven de la aplicación de la tecnología en la educación.
Tecnología y maestros
Una de las formas claves de introducir adecuadamente la tecnología en el trabajo docente es mostrar que esta tecnología puede ayudar a reducir algunas de las tareas rutinarias que ocupan demasiado tiempo y que realmente no utilizan las habilidades de especialista que sí se requieren para otras tareas.
Y con todo, no hay que perder el sentido crítico en el uso de estas herramientas, sobre todo porque muchas compañías creen que no necesitan saber nada sobre educación para desarrollar tecnología educativa.
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