César Belan Alvarado
Sierra Central, 1993. Unos 150 individuos ingresan a una comunidad asháninka del valle de Tsiriari. Son miembros de Sendero Luminoso. Violan a las mujeres y cuelgan a 72 pobladores para mutilarlos con machetes hasta exponer sus vísceras. Luego los arrojarían al río aún vivos. Entre las víctimas había tres niños de menos de cuatro años…
En casi una década, Sendero Luminoso (SL) perpetró 216 masacres como estas, ejecutando alrededor de 35 mil personas. Para conseguir sus objetivos, el aparato de SL no solo incorporaba “comandos de aniquilamiento” como los que asesinaron a asháninkas. El área de propaganda era fundamental para lograr sus objetivos.
En pleno 2019, nos preguntamos, ¿la violencia senderista fue solo una pesadilla, un capítulo cerrado en la historia republicana? Consideramos que no. El resurgimiento de una sutil propaganda terrorista es una muestra de ello.
El medio periodístico de SL fue El Diario, periódico que desde 1985 hacía las veces de vocero del grupo y que, entre sus muchas facetas, se encargaba de anunciar los “triunfos” del grupo, los próximos paros armados, las supuestas atrocidades cometidas por los militares, y hasta entrevistas a sus cabecillas, Abimael Guzmán incluido.
Sin embargo, El Diario no siempre fue así. Este periódico, desde 1980, se llamaba El diario de Marka, y fue un órgano de difusión de diferentes organizaciones de izquierda. Este medio, poco a poco fue orientando su línea editorial en respaldo del accionar de SL, y hacia 1985 se refundaría como un completo apéndice de dicha organización terrorista.
Así en los años 80’, la cobertura mediática favorable a SL que realizaba El diario de Marka se dirigía a resaltar la crueldad de las fuerzas del orden en su lucha anti-subversiva. Titulares como: “En brutal asalto a pueblo Sinchis violan a niña y matan tres comuneros”, dan cuenta de esto. Este medio se cuidaba llamar terroristas a los miembros de SL, por el contrario, los calificaba como ‘guerrilleros’, ‘presos políticos’ o ‘luchadores sociales’.
También difundía las “acciones exitosas” de SL, y hasta destacó en primera plana los funerales de Edith Lagos –“mártir” de SL–, y una arenga de Abimael Guzmán antes de iniciar la lucha armada. En definitiva, este diario de izquierda cada vez se cuidaba menos de disfrazar sus simpatías por los terroristas. El diario de Marka desapareció oficialmente en 1986, y El Diario lo hizo en 1992, luego de un operativo policial. Pero, ¿los medios senderistas o filo-senderistas han desaparecido en la actualidad? Lamentablemente no.
Hace algunos días, en un puesto de periódico en plena plaza de armas de Arequipa, me llamó la atención un pasquín muy peculiar. Tenía por nombre Marka, escrito en grandes caracteres rojos. Era su primera edición y fue publicado en octubre del 2018.
Las similitudes saltaban a la vista, algo que se confirmó al revisar a fondo la publicación. El texto, además de atacar las “políticas neoliberales” del gobierno y evocar lugares comunes de la izquierda, echa mano a estrategias utilizadas por su fenecido predecesor, El diario de Marka.
Este nuevo Marka, al evocar la época del terrorismo omite deliberadamente la tragedia que desató SL y se dedica a destacar la violencia causada por las Fuerzas Armadas. En esa línea la publicación menciona: “Hay toda una campaña negacionista para pretender desconocer los crímenes cometidos por los militares.
Son miles los desaparecidos hasta ahora que no son encontrados ni hay justicia para ellos”. Esta izquierda nostálgica de SL usa otras viejas recetas: cambiarse de nombre según las necesidades y tildar de ‘guerrillero’ o ‘luchador social’ a quienes solo cabe el término de terrorista, etc.
Muchos piensan que el terrorismo es una terrible, pero superada etapa de la historia nacional. Se conforman con ver derruido el mausoleo de SL erigido en el distrito limeño de Comas. Sin embargo, el ruido político y las pugnas por el poder impiden ver cómo este grupo se recicla en supuestas ‘inocentes’ publicaciones y grupos de Derechos Humanos como el Movadef.
Por eso creemos que debemos estar muy atentos para que los criminales no reescriban la historia desde sus intereses, abusando de una libertad de expresión que les brinda la democracia que pretenden arruinar.
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