Jorge Pacheco Tejada
Director del Departamento de Educación de la Universidad Católica San Pablo
Los tiempos han cambiado, ya no celebramos el Día de la Madre como antes; hasta la publicidad para los regalos, ya no habla de su ternura o de su amor, sino de sus rabietas. La idea no es amoldarse a lo nuevo, sino ver con serenidad qué pasó.
Más allá del despliegue publicitario por esta fecha (propio de una sociedad consumista), quisiera reflexionar con ustedes, sobre lo que significa ser mamá en los tiempos modernos.
Hoy la primera constatación que debemos hacer —al hablar de familia—, es que el término familia, antes aludía a una estructura estable, claramente reconocible, suficientemente inmutable, con roles fijos e indiscutibles.
Actualmente se dice que no hay un solo ‘modelo’ de familia y que, hay que amoldarse a las nuevas identidades, a las nuevas necesidades, teniendo normas distintas para el adecuado funcionamiento de esta.
Actualmente se rompe con la imagen nuclear, dando lugar a una nueva conformación que se verá reflejada en las siguientes características. Hay cierto debilitamiento del lazo familiar. Los padres pierden su rol de educadores y de figuras de identificación únicas para sus hijos, siendo esta tarea parte de otras instituciones (escuela, club, etc.). Con esta transferencia de funciones, el sentimiento de familia como organización que permanece a lo largo del tiempo, se desvanece.
Menos tiempo para la familia
La familia progresivamente, tiene menos tiempo para la educación de los hijos. La salida de la mujer del hogar, las tensiones de la vida moderna, los desplazamientos al lugar del trabajo, la incompatibilidad de horarios de los padres entre sí y de estos con los hijos, etc., suponen problemas añadidos; difícilmente podemos pedirles a los padres una total responsabilidad educativa durante el periodo de formación.
La inestabilidad del vínculo conyugal, da lugar a un alto índice de divorcios, produciendo nuevos tipos de familias uniparentales (conformadas por uno de los padres y sus hijos, generalmente la madre) y ensambladas (nuevos matrimonios que integran los hijos de anteriores matrimonios y los hijos en común).
La crisis del ‘amor maternal’. Lo que lleva a los hijos a expresar un desinterés masivo por los valores de los padres y de sí mismos, como continuadores del linaje familiar. Se pierde el interés por el matrimonio y la familia.
El reto de las mamás modernas
Ante esta realidad, la interrogante que surge es, ¿cuáles son los nuevos retos para la mamá en el mundo de hoy? Las mamás modernas, si de verdad quieren educar a sus hijos, no pueden descuidar los espacios de reflexión acerca de la función de la familia en este devenir.
Ellas deben incrementar los factores de protección y brindar mejores oportunidades que reduzcan los riesgos a los que están ahora más expuestos sus hijos.
También deben estar atentas y ayudar a descubrir —en este momento evolutivo de sus hijos— los riesgos, tanto físicos como emocionales, implicados en conductas referidas a sexualidad, adicciones, alimentación, violencia, entre otras.
Ayudarles a descubrir la importancia de la familia, como un espacio invalorable de promoción de conductas saludables, a partir de la transmisión de valores, creencias y actitudes como factores de protección.
La tarea sigue siendo —como siempre—, muy grande. El rol de la madre siempre fue y será fundamental en la formación de los hijos. Creemos que, a partir del análisis de esta realidad, conseguiremos llegar a valorar cada vez más su rol irreemplazable en el proceso de transmisión de la vida y de maduración de la personalidad de los hijos.
Es por ello que, homenajeamos a las madres por esta función social insustituible. Que Dios las bendiga y les dé el coraje de asumir, con renovado amor, su tarea educadora.
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