Luz de Fátima Córdova Rosas
Instituto para el Matrimonio y la Familia de la Universidad Católica San Pablo
Este año, en el diario La Vanguardia, se advertía: “Neuropsicólogos abogan por la ‘restricción total’ del uso de dispositivos móviles en Secundaria”. Del mismo modo, en el diario La Razón, se leía: “Uno de cada cuatro jóvenes se enfrenta a un enemigo sigiloso: la soledad”. Estos son algunos titulares de los medios de prensa que alertan, constantemente, acerca del excesivo uso de pantallas por parte de niños y adolescentes.
Sin embargo, más allá de contemplar las cifras o alertas que emiten estas noticias, es necesario reflexionar sobre cuál es la vinculación entre este fenómeno con la forma en que nos estamos relacionando, en especial, dentro de la familia y si los padres son conscientes de ello.
La persona, social por naturaleza, siembra a lo largo de su vida relaciones y aunque no todas son relevantes, siempre es significativo el modo en que se establecen. Para que estas se den con naturalidad y de manera sana, es preciso haber desarrollado un apego adecuado. Este lazo se origina entre el cuidador y el niño durante los primeros años de vida, siendo importante para el despliegue de su seguridad, autonomía, desarrollo emocional y relación con los otros.
Es muy probable que la forma de relacionarnos como sociedad sea un reflejo de lo que sucede en los hogares, del tipo de vínculos que hoy en día se dan entre los miembros de la familia, principalmente entre padres e hijos. La familia es el espacio privilegiado para aprender a vivir en sociedad y desarrollarse, pero no todos los tipos de vínculo que se forjan en la familia tienen el mismo efecto en el bienestar de las personas y, por ende, en su función socializadora.
La falta de cuidado en el cultivo del apego puede generar en las personas miedo, rechazo, desconfianza o indiferencia ante sus padres. Estas actitudes pueden surgir por el hecho de que los niños reciben de sus padres respuestas contradictorias o directamente son víctimas de maltrato, negligencia o abuso por parte de sus cuidadores. Situaciones que producen vínculos que no son sanos.
El cultivo de un apego saludable conlleva una figura paterna sensible, que responde de manera asertiva a las necesidades del niño. La evidencia revela que el apego seguro permite el desarrollo de la inteligencia emocional y de estilos favorables de afrontamiento, que ayudan a madurar la capacidad de adaptación de la persona.
El desarrollo de un apego seguro se caracteriza por la expectativa de ser reconfortado, sobre todo, en situaciones de peligro y estrés. Esto promueve el desarrollo de la autonomía en el niño y la capacidad de relacionarse con los demás; impulsando con ello el crecimiento cognitivo, la aptitud para resolver problemas y la reducción de los niveles de distracción.
Por esta razón, cabe cuestionarse si promover el uso indiscriminado del celular no estará obedeciendo a estos patrones: negligencia o exceso de sobreprotección. Tal vez no hemos caído en cuenta de que dejar a los hijos con alguna pantalla los mantiene tranquilos, pero los priva de generar un contacto real con sus padres, familiares o amigos. Contacto que les ayudará a alcanzar los recursos necesarios para su despliegue personal y social.
Fomentar un apego seguro implica estar presente para los hijos, brindándoles calidad y adecuada cantidad de tiempo, a pesar de que hoy en día este sea un recurso escaso.
Por tanto, son las familias, en especial los padres, quienes tienen la intransferible tarea de educar a sus hijos y ser el modelo sobre el cual se forjarán sus demás vínculos. Asimismo, los progenitores son los responsables de crear el espacio y el tiempo necesarios para vincularse de manera sana con sus hijos.
Esto no se logra con la simple restricción del uso de pantallas; es necesario, además, propiciar desde edades tempranas, oportunidades donde los hijos puedan dar a conocer su mundo interior. Dialogar, escuchar y sentirse escuchados, jugar junto a sus padres y que ellos respondan de modo oportuno a sus necesidades, que validen sus emociones y generen contacto visual con ellos mientras les hablan, será de vital importancia.
De este modo, en el futuro la sociedad contará con más adultos fortalecidos y capaces de establecer relaciones saludables.
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