Gabriel Centeno Andía
Jacqueline Cruz, es una ingeniera industrial arequipeña de la Universidad Católica San Pablo; ella creció con la imagen del río Chili, contaminado por la operación de curtiembres informales. Hoy busca revertir la industria del cuero, de la mano de la nanotecnología.
“Siempre me gustó la investigación. Cuando estaba en el colegio, quería estudiar nanotecnología, pero no había opciones en el país, ahora que las hay es genial. Es un área impresionante, porque a partir del tamaño nano, se dan soluciones a grandes problemas”, asegura.
La nanotecnología, es el manejo de la materia a una escala casi atómica —que no se puede ver—, para crear nuevos materiales; precisamente eso es lo que hace Jacqueline junto a su hermana Isemar, en el centro de investigación Le Qara (cuero en quechua).
Una visión clara
El objetivo de Le Qara, es brindar soluciones sustentables para la industria, además de empoderar a los investigadores locales y proteger el medio ambiente.
“Iniciamos como una empresa, pero en el camino, vimos que había más profesionales interesados en la investigación y decidimos implementar un centro en Arequipa”, refiere.
No fue sencillo. “Es algo que no estaba materializado y nadie aseguraba que sería exitoso. El primer año fue el más difícil por los retos, pero sentíamos que hacíamos lo correcto porque era algo que nos gustaba”, confiesa.
Es así que, para empezar en el área de la nanotecnología, buscaron incentivos económicos y decidieron postular a los concursos convocados por ProInnóvate y ProCiencia.
Ganar estas competiciones, les permitió implementar Le Qara y adquirir el único electrospinning hídrico en la región, para elaborar nanofibras y nanopartículas.
EL DATO
El electrospinning hídrico, fue instalado en el centro de investigación Le Qara, por el investigador iraní Behrourz Ghorani, reconocido por su trabajo en proyectos enfocados a la innovación en nanofibras y nanopartículas.
Biocuero
Le Qara, fabricó un prototipo de biocuero, producido por microorganismos que ellas se encargan de alimentar con residuos (un proceso similar a la elaboración de yogurt), luego se obtiene un biopolímero que es procesado para obtener el biocuero, que se ve y se siente como el cuero animal, pero que es sustentable porque no se utilizan químicos en su producción.
Actualmente están en la fase de pruebas y negociación con clientes potenciales, que identificaron en Europa y Estados Unidos. “El primer objetivo es proveer de materia prima a la industria de la moda y tal vez a futuro, diseñar algunas prendas, pero ahora queremos seguir investigando”, sostiene.
A largo plazo, esperan obtener nanopartículas y nanofibras de plantas nativas de la región, que tengan propiedades en escala ‘nano’. Por ejemplo, explica Jacqueline, para evitar las arrugas en las prendas, puedes usar nanopartículas de almidón que puedan ser impregnadas en las fibras.
“Lo que te permite la nanotecnología, es usar menos materia prima para abarcar más espacio. En tamaño nano hay mayor bioaccesibilidad y se puede distribuir en más tela, pero en menor cantidad y así los beneficios se potencian”, destaca.
Jacqueline Cruz, remarca que, toda esta experiencia es analizada para aplicarla en otra industria. El tiempo le dio la razón y no se arrepiente de dejar su empleo en 2017 y encaminarse por la aventura de la investigación.
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