Carlos Timaná Kure
Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo
El debate por la presidencia de Estados Unidos ha sido uno de los momentos más esperados en la mayor democracia moderna. Esta contienda electoral, como las dos anteriores, estuvo marcada por la polarización, entre la continuidad de Joe Biden y el posible retorno de Donald Trump.
El debate no le ayudó mucho a Joe Biden, los achaques de la edad se hicieron más evidentes, su imposibilidad de asestar golpes a Trump y defender su gestión le pasaron factura, sobre todo porque después de su desempeño durante el debate, quedó en el aire la pregunta de ¿quién está a cargo del país realmente? Sin lugar a dudas, y como lo mencionaron algunos asesores demócratas, se trató de uno de los momentos más difíciles para la campaña de reelección.
Por otro lado, Trump hizo gala de su estilo pendenciero, empleando varios ataques, que a pesar de contar con varias imprecisiones sirvieron para acusar a Biden de su falta de liderazgo, causante –según Trump– de la invasión rusa a Ucrania y el ataque de Hamas a Israel. Esto, sumado a las dificultades de articulación y dicción que manifestó Biden en sus intervenciones, terminaron por pasarle factura a la imagen del candidato demócrata.
Sólo con los próximos sondeos se sabrá cuál fue el efecto real del debate sobre la intención de voto, pero es que con una polarización tan marcada –y eso lo sabemos bastante en el Perú– los márgenes serán estrechos y el antivoto será determinante y, en ese ámbito, Trump lleva las de perder. Si bien las campañas tratan de mostrar quién puede desempeñar mejor el cargo, en un escenario entre dos fórmulas conocidas, puede servir más el miedo.
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