César Belan
Docente del Departamento de Humanidades de la UCSP
Hace algún tiempo tuve la dicha de visitar Badajoz en España. Acompañado por un viejo amigo y guía de excepción (un experto arqueólogo y un apasionado del patrimonio de su ciudad), recorrí sus hermosas calles, plazas y monumentos.
Como no podría ser de otro modo, en los paseos recordé una serie de hechos y personajes muy afines al Perú, a los que había conocido por los libros y que por fin se materializaban ante mis ojos.
Vinieron a mi mente distintos nombres como el de los Alvarado (Pedro, Jorge, García y Diego), pacenses que sirvieron en las huestes de Almagro enfrentadas contra los pizarristas o el de Juan Alonso de Badajoz, también caudillo en la lucha entre conquistadores, y quien sería nombrado por Diego de Almagro el mozo Gobernador de Lima en 1541.
Sin embargo, un personaje resaltaba en mi memoria. Se trataba de Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas. Inmediatamente pregunté donde se encontraba la placa o monumento de ese hombre tan ilustre, pero en todo Badajoz, su ciudad natal, no había un testimonio público de homenaje a su figura.
Sebastián Garcilaso de la Vega nació en 1507. Tuvo como antepasado a Garci Lasso, el Viejo, Señor de la Casa, privado del rey Alfonso XI, cuyo hijo y homónimo, Garci Lasso de la Vega, el Mozo, tuvo importante actuación en la batalla del Salado, en 1340. También fue sobrino del inmortal poeta renacentista.
Acompañó a Pedro de Alvarado en sus empresas de conquista, en México y Guatemala. Con sus paisanos pasaría al Perú, pero a diferencia de ellos, serviría en el ejército de los Pizarro en la lucha contra Manco Inca.
En Cuzco tomaría como mujer a la Palla Isabel Chimpu Ocllo, sobrina del Inca Huayna Cápac y nieta del Inca Túpac Inca Yupanqui, el más grande de los gobernantes del Tahuantinsuyo, quien extendió el imperio desde el río Pasto en Colombia, hasta el río Maule en Chile.
De esta unión nació el príncipe de los escritores americanos y el primer mestizo universal: el Inca Garcilaso de la Vega. El cronista acompañó a su padre como escribiente, y es él de quien hemos recibido testimonio sobre su progenitor.
El capitán Garcilaso, además de guerrero, fue encomendero en el Cuzco y hasta llegaría a ser su gobernador, corregidor y alcalde mayor. Fue el primero en plantar olivos, espárragos y vides en la región, como el primero que trajo de Castilla –después de muchos esfuerzos– vacas y acémilas.
El Inca Garcilaso, cuenta en sus Comentarios reales de los Incas, que recibió doce azotes (6 dados por su padre, y 6 por el canónigo que hacía de su preceptor) por escapar de clases para ver los primeros bueyes que llegaron a la capital de los incas.
Su ánimo guerrero lo empujó continuamente a la batalla. Tomó las armas por los Pizarro en su enfrentamiento con los almagristas. Luego, formó parte del ejército de Gonzalo Pizarro en su insurrección contra la Corona, aunque luego haría después defección por el bando del Rey. Como escarmiento a su “traición” la artillería pizarrista bombardearía su casa en el Cuzco, de donde su mujer e hijo salvarían de morir de milagro.
Ya pacificada la región, y establecido el virreinato, Sebastián Garcilaso se dedicaría a sus tierras y moriría –a diferencia de la mayoría de sus compañeros conquistadores– en su casa y rodeado de sus hijos en 1559 en el Cuzco, donde sería enterrado.
Dejaría previsto en su testamento que su hijo pasara a Extremadura a estudiar, dejándole 4 mil pesos de oro y plata para tal efecto. En 1560, el Inca Garcilaso de la Vega viajaría a Europa para no retornar jamás. Está enterrado en la catedral de Córdoba. En 1978 parte de sus restos fueron repatriados al Cuzco para permanecer definitivamente junto a sus padres.
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