Mónica Sánchez
Docente de Educación de la Universidad Católica San Pablo
Todos queremos que los niños puedan crecer y prepararse para la vida siendo emocionalmente estables, teniendo buena autoestima y confianza en sí mismos, pero, ¿cómo lograr la obediencia por amor y respeto y no por temor? Pues con una educación sin gritos ni castigos, es decir, con una educación basada en el respeto.
Muchos estudios evidencian que, una educación con gritos y castigos, lo único que logra es rebeldía y agresividad, así como problemas emocionales y de conducta. Recordemos que cuando el niño se siente amenazado o en peligro, se activa en él los mecanismos de lucha o huida.
Mientras el niño se encuentre en este estado, tratará de salir del peligro percibido luchando mediante pataletas, berrinches o mediante la huida, llorando, inhibiéndose, mostrándose tímido, sumiso, etc. Ninguno de estos dos estados (huir o luchar), es propicio para el aprendizaje, pues todos los recursos y energía del organismo los destina para la batalla, es decir, para salir del peligro percibido y no para aprender.
Son estos niños los que comúnmente, pegan a sus compañeros o golpean objetos o gritan sin ningún motivo aparente; entonces, nos damos cuenta por qué los gritos y castigos no son buenos, más bien le hacen daño al niño. Es importante analizar qué se puede hacer para establecer una crianza basada en el amor y el respeto.
Como requisito indispensable para los padres, cuidadores o maestros, es muy importante descansar las horas necesarias para levantarse con energía y buen humor todos los días. Cuando esto no sucede, el trato a los niños es menos paciente, tolerante y en realidad, es difícil llevar a la práctica todo lo que en teoría se ha comentado.
Le brindaremos algunas estrategias importantes para criar sin gritos ni castigos:
Primero, sea el mejor modelo de la conducta que desea para sus niños. ¿Qué cree que pueda aprender cada vez que sus padres les gritan o amenazan o cuando no hay respeto entre ellos o tratan mal a alguien? Para eso tendrá que mostrar autocontrol, cada vez que esto suceda o que alguien haga algo que no le guste; si, por el contrario, explota o reacciona de manera negativa, será usted el modelo de la conducta que justamente desea eliminar de la vida de sus hijos.
Asegúrese de la estabilidad de sus niños y para eso, debe preguntarse: ¿alguna vez trató de hacerlos entrar en razón en pleno berrinche o rabieta?, ¿qué paso?, ¿logró corregirlos?
Déjeme adivinar, las cosas no salieron como esperaba, no logró corregirlos ni hacerlos entrar en razón, es más, es posible que haya empeorado su conducta y apareció la tentación de emplear gritos y castigos, porque si no funciona por las buenas lo lógico es pensar que será por la mala. Entonces, se preguntará, ¿qué debo hacer?
Lo primero es estabilizarlos o ayudarlos a que se tranquilicen con un abrazo o dejar que expresen todo lo que sienten. Ya tranquilos, puede proceder a transmitirles el aprendizaje, la lección que les quiere dar, ya que estarán en condiciones de asimilar dicha información.
Utilice un lenguaje verbal y no verbal amable, que denote amor y respeto, cuidando mucho lo que dice y cómo lo dice. De poco sirve decir, “te amo mi amor”, cuando mira el celular sin tomarle atención. Ellos leerán lo que su cuerpo les transmite.
Llévelos hacia la autorreflexión, es bueno corregir a los niños ya que les permitirá aprender mejores formas de comportarse y de interactuar en su comunidad, pero hay algo que es mucho mejor que corregir para lograr buenas conductas y que queden grabadas de una mejor manera.
Se trata de la reflexión mediante preguntas, tomando en consideración la edad y el nivel de compresión, por ejemplo, si vemos que nuestro niño golpea a sus compañeros sin motivo, debemos decirles, “mi amor vinimos a jugar, si sigues golpeando a tus amigos nos tendremos que retirar, porque no vinimos para que pelees sino para que juegues”.
Si el niño, pese a ello insiste en esa conducta, debe cumplir con lo indicado y llevarlo a casa. Allí hay que plantearle ciertas preguntas, por ejemplo, “mi amor, ¿cómo te sentirías si tú amigo te pega?, ¿feliz, triste o molesto? … ¡Ah, triste y molesto!, ¿quisieras reír o llorar? Cierto, querrías llorar y si te sigue golpeando, ¿quisieras jugar con él? Buscarías otros niños para jugar, porque a nadie le gusta jugar con alguien que le haga llorar y sentir mal. Entonces, ¿qué pasará si sigues golpeando a tus amiguitos?, ¿querrán jugar contigo o buscarán otros amigos? Claro, buscarán otros amigos para jugar y ser felices. Entonces muy bien mi amor, tienes razón, ya no debes golpear a tus amigos porque se ponen tristes.
Este proceso de preguntas toma su tiempo, pero de lejos, es la mejor opción para concientizar al niño de las repercusiones de sus conductas. Con las preguntas, el niño llega a la reflexión de sus actos y aprenderá a empatizar.
Por último, entrenen a sus hijos en la conducta que quieran dominen. Muchos padres se quejan de las conductas de sus hijos, por ejemplo, que no guardan sus juguetes o que no se lavan bien los dientes. Lo que pasa, es que piensan que son actividades muy sencillas y para los niños también, pero es un grave error. Para cada conducta, hay que capacitarlos y luego supervisar que lo hagan bien.
Caso contrario, los tratarán como desobedientes y no se trata de eso, sino de que los niños no saben qué desean ni cómo desean que hagan las cosas. Recordemos que el punto central está en ser muy claros, amables y considerar que todo es a largo plazo.
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