Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa
Este último domingo tuvimos dos importantes celebraciones. Como peruanos celebramos el Día de la Madre, y como miembros de la Iglesia Católica celebramos la 59ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.
A primera vista podría parecer que no hay relación entre ambos motivos de celebración, pero sí la hay. En primer lugar, porque ‘vocación’ significa “llamada” y, como dice el papa Francisco en su mensaje para esta jornada de oración: “La palabra ‘vocación’ no debe entenderse en sentido restrictivo, refiriéndola solo a aquellos que siguen al Señor en el camino de una consagración particular […] toda persona humana, incluso antes de vivir el encuentro con Cristo y abrazar la fe cristiana, recibe con el don de la vida una llamada fundamental […] a ser una única familia en la maravillosa casa común de la creación”.
Incluso cuando hablamos de ‘vocaciones’ al interior de la Iglesia no nos referimos solo a la vida sacerdotal o religiosa, sino en general a las distintas formas de vivir la vida cristiana, entre las cuales está también la maternidad que, en el diseño original de Dios, está íntimamente vinculada a la vocación al matrimonio. Pero, además, hay otra relación entre la Jornada de Oración por las Vocaciones y el Día de la Madre: así como la humanidad no podría subsistir sin la maternidad, la Iglesia no podría subsistir sin las diversas vocaciones y, en particular, sin el sacerdocio.
En efecto, todos hemos llegado a este mundo a través de una mamá y nuestra primera experiencia de amor la hemos vivido justamente en el seno de aquella mujer que gratuitamente nos acogió, llevó y alimentó en su vientre durante nueve meses, y después nos sigue cuidando, orientando y dando su vida por nosotros incluso hasta siendo adultos.
Como también ha dicho el papa Francisco, “una mamá sabe lo que es importante para que un hijo camine bien en la vida, y no lo ha aprendido en los libros, sino que lo aprendió en el corazón. La universidad de las mamás es el propio corazón” (Catequesis, 7.I.2013).
No en vano se ha utilizado la imagen de la madre para hacer referencia al amor gratuito de Dios. Por ejemplo, en el libro del profeta Isaías dice Dios a su pueblo, “como un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo” (66,13), y también, “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque esas llegasen a olvidar, yo jamás te olvidaré” (49,15).
En cuanto a la Iglesia, si bien nos corresponde a todos participar en la misión evangelizadora, según el llamado de Dios, no debemos dejar de lado que, una de las vocaciones fundamentales es el sacerdocio ministerial.
Los sacerdotes presiden la celebración de la Santa Misa, hacen presente y realizan el amor misericordioso de Dios a través del perdón de los pecados en el sacramento de la Confesión, dan la Unción a los enfermos, predican la Palabra del Señor, orientan a los fieles a través de la dirección espiritual y, en fin, en la medida de sus posibilidades asisten incluso a quienes pasan por necesidades materiales. En este día, pidámosle al Señor por todas las mamás y por las diversas vocaciones, especialmente para que nunca falten en nuestra Iglesia pastores según el Corazón de Jesús.
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