Juan Pablo Olivares
En este hipódromo no hay caballos. Nadie corre. Nadie apuesta. No hay pequeños yoqueis, solo tribunas abandonadas.
Son las 10 de la mañana y una pista de tierra y piedras, sin señalización —que parece más el inicio de un desierto— nos conduce a la entrada del hipódromo Arequipa en el distrito de Cerro Colorado. Al ingresar, el panorama es desolador. Aquel recinto hípico que fue construido con el objetivo de ser uno de los más grandes y modernos de Sudamérica, luce abandonado y descuidado.
Las tribunas que antes albergaron a cientos de aficionados, están vacías. Las modernas caballerizas (construidas para más de 400 caballos) hoy solo albergan a 30, que temerosos e impacientes, asoman su cabeza por la puerta para relinchar, como pidiendo libertad.
La peor crisis
La situación de la hípica arequipeña ya no da para más. “No hay caballos, solo unos cuantos mantenidos por sus dueños por pura afición, pero que hace más de un año no corren”, dice Hernán Delgado, quien se dedica a entrenar y cuidar caballos de carrera por más de 50 años.
El punto más crítico del hipódromo, según Delgado, es el olvido y la poca gestión por parte de la directiva del Jockey Club de Arequipa (JCA). El preparador confiesa sentirse arruinado y sin saber qué hacer.
En medio de la incertidumbre, sostiene que esta es la peor crisis que atraviesa la industria hípica, situación que no solo afecta a los trabajadores sino también a los caballos, los principales protagonistas de un deporte que significó el sustento económico para más de 100 personas, pero que hoy solo arropa a casi 20.
Otro de los trabajadores que se aferra al hipódromo es Nicomedes Cerdán, un experimentado jinete de 74 años de edad. Al borde del llanto, el yóquey confiesa sentirse solo, sin caballos que galopar ni carreras en qué competir. Cerdán cambió la fusta (varilla para estimular a los caballos) por una escoba.
Hoy el yóquey sobrevive de las propinas que los dueños de los caballos le dan por limpiar las caballerizas, cuidar y alimentar a los ejemplares.
“Me da pena todo esto. Ni ganas tengo de ir a la pista de carreras, no hay caballos. Me siento solitario. Me da miedo que el hipódromo desaparezca, no tengo a donde ir. Aquí moriré”, confiesa.
El inicio del fin
El hipódromo de Arequipa fue construido en reemplazo del hipódromo de Porongoche en Paucarpata (donde ahora funciona el mall más grande de la ciudad), el mismo que fue vendido en 7 millones 200 mil dólares por el Jockey Club de Arequipa, ante la crisis económica que atravesaba —y atraviesa— la institución. En ese entonces el presidente fue Eduardo Benavides.
El actual recinto fue construido en un área de 290 mil metros cuadrados, con modernas instalaciones y tenía como objetivo, convertirse en uno de los hipódromos más importantes de Sudamérica, pero, ¿cómo llegó este moderno escenario hípico, al abandonado y destinado a desaparecer?
Rodolfo Escobar (actual presidente del JCA), sostiene que la crisis que atraviesa el hipódromo y por la cual no pueden llevarse a cabo las reuniones, es la deuda de cerca de un millón de soles que arrastra la institución y el robo de equipos tecnológicos que sufrieron ascendente a 60 000 soles. Además de lo alejado que está el hipódromo para los aficionados.
“El JCA no puede reponer ese dinero (60 000 soles) ni esos equipos tecnológicos porque no contamos con fondos. Además, las reuniones que realizábamos siempre arrojaban pérdidas por la poca apuesta de los aficionados. De 40 000 soles en apuestas que había en Porongoche, en el nuevo hipódromo llegábamos solo a 6 000 soles”, sostiene Escobar.
De la agonía a la esperanza
Sin embargo, el directivo asegura que puede haber una luz al final de este panorama tan sombrío. “Lo que necesitamos es un operador que afronte la situación económica. Estamos en contacto con uno de Costa Rica, interesado en invertir en el hipódromo y a fines de noviembre nos dará una respuesta” dice.
Por su parte, Jaime Mujica (expresidente del JCA) sostiene que la hípica arequipeña ya no puede vivir de las apuestas que hacen en el hipódromo. En ese sentido, asegura que se tiene que adecuar al formato de la hípica internacional, es decir, que se puedan hacer apuestas a nivel mundial vía Internet desde la comodidad de casa.
La situación es crítica y los 30 ejemplares necesitan volver a las pistas para generar recursos y porque no quieren morir encerrados, sino, vivir corriendo.
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