Juan Pablo Olivares
Gustavo Bobadilla Orrego, arquero paraguayo del FBC Melgar en los 90, empezó a jugar al fútbol como volante de contención, en equipos de su barrio, con la familia y amigos. Tenía talento para el puesto, pero una enfermedad lo obligó a cuadrarse bajo los tres maderos.
“Era asmático. En invierno, muchas veces no podía ni caminar, mucho menos entrenar a la par con mis compañeros. El asma no me permitía tener el oxígeno necesario para esforzarme en el puesto de volante. Allí me di cuenta, que solo podía jugar en el puesto de portero”, confiesa.
Constante aprendizaje
Hay mucha mística en el puesto de arquero. Bajo los tres maderos, tras enfundarse los guantes y vestir una indumentaria diferente a la de los demás, hay una historia de esperanza, de sueños cumplidos y anhelos truncos, de odio y amor propio que los impulsa a ser parte del espectáculo llamado fútbol.
En los últimos años, en el deporte rey, no hay un puesto que haya cambiado tanto en el aspecto táctico, técnico y psicológico como el del arquero. Antiguamente, a principios del siglo XX, el guardameta podía jugar el balón con las manos hasta el medio campo, algo imposible hoy en día.
Bobadilla, sostiene que años atrás, a los porteros no se les exigía entrenar, prácticamente su trabajo era solo atajar y evitar los goles. Eso, ahora se ha transformado, pues supuso un cambio de mentalidad en la forma de jugar, ya que tuvieron que mejorar su juego con los pies. El utilizar al arquero como un jugador más, considera que fue el inicio de la evolución del puesto.
“Hay que tener y trabajar los reflejos, los saltos y la ubicación; hay que poseer ciertas condiciones para sobresalir en el puesto. El técnico, hoy utiliza al arquero como último hombre y participa del juego 100 veces más de lo que hacía antes. Ahora el portero no solo evita los goles sino, que son los que inician las jugadas ofensivas”, añade.
Fortaleza mental
Bobadilla, que jugó en el Olimpia, Sol de América y Sportivo Luqueño de Paraguay y en el FBC Melgar, reconoce que los porteros son los más expuestos a cometer errores.
Por la trascendencia que suelen tener sus traspiés, tienen que ser capaces de convivir con ellos, porque si hacen un buen partido, el portero será querido por todos, pero si comete un error podría ser el responsable de una tragedia deportiva.
“La transición entre el acierto y no acierto, es un aspecto que tienes que trabajarlo. La parte emocional es fundamental, hay que ser fuerte, porque si no tienes un arquero eficiente y seguro, no le transmites confianza a los compañeros”, sostiene.
La característica de Bobadilla, era la lectura del juego; intuir lo que podía hacer el delantero y anticipar al contrincante. Condiciones que aprendió de su ídolo Evert Almeida, exportero nacionalizado paraguayo y que ostenta el récord de jugar la mayor cantidad de partidos en la Copa Libertadores (113), defendiendo la casaquilla del Olimpia.
El exjugador del FBC Melgar, sostiene que Almeida junto a José Chilavert y el mexicano Jorge Campos, marcaron la evolución del puesto. “El arquero ahora, no solo tiene que ser atajador, sino también saber leer un partido y anticipar a los delanteros. Otro que marcó una época importante fue el italiano Gianluigi Buffón”, finaliza.
Según Bobadilla, otro de los puntos claves para la evolución del arquero es el cambio de la norma por la cual no se puede tomar el balón con las manos ante el pase de un compañero. Además de trabajar mejor el uno contra uno.
Puños fuertes y reflejos felinos, son cualidades que maravillan al público, pero en realidad, la labor del portero requiere un trabajo mucho más cerebral. Desde su posición, el guardameta necesita entender e interpretar el juego mejor que nadie y eso solo lo pueden hacer algunos privilegiados.
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