Carlos Timaná Kure
Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo
El domingo, Argentina volvió a sorprender: el movimiento libertario de Javier Milei arrasó en las elecciones legislativas porteñas, relegando al PRO de Mauricio Macri a un lejano tercer lugar. Con esto, no solo se firmó el acta de defunción del macrismo en su bastión histórico, sino que Milei se consolidó como la principal fuerza de cara a octubre. Si repite la hazaña podría, finalmente, blindar sus reformas económicas a mediano plazo.
Mientras tanto, en Colombia, Gustavo Petro sigue demostrando que la narrativa puede más que la gestión. Aunque su gobierno exhibe un caos fiscal, crisis en salud y escándalos de corrupción, su popularidad bordea el 45 %. ¿La fórmula? Un discurso incendiario y plebiscitario que busca esquivar al Congreso y a la clase política, maniobra que lo mantiene como el eterno candidato, más cómodo prometiendo que gobernando.
En Bolivia, el panorama es aún más sombrío. El Tribunal Electoral le cerró la puerta a Evo Morales para 2025, pero el fuego político no se apaga, con lo que reina la incertidumbre. La economía se desmorona con una inflación proyectada de más del 15 % y un desplome del 50 % en las exportaciones de gas natural, principal fuente de divisas.
Por su lado, al Perú le sonríe el crecimiento económico al mostrar un 4 % en el primer trimestre, asimismo, la elección del primer papa peruano ha sido motivo de euforia, dejando atrás la baja popularidad de la presidenta, aunque continúa la inseguridad galopante y un Congreso que legisla solo para su propio beneficio.
Cuatro países con una situación política disímil entre ellos, pero que se mueven entre la ruptura y el continuismo por un lado, y entre el amor al discurso populista y la búsqueda de resultados económicos por el otro, así andamos.
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