Orlando Paz Paz
Docente de Ingeniería Industrial en la Universidad Católica San Pablo
La pandemia, la guerra entre Rusia y Ucrania, la volatilidad en el tipo de cambio, la crisis política, entre otros eventos recientes, tienen un impacto negativo en nuestra economía familiar. Tanto los alimentos como los servicios subieron de precio.
En general, el costo de vida se incrementó de forma considerable; sin embargo, el impacto pudo ser mucho más intenso para los negocios y empresas. El alza en los precios de las materias primas, insumos y servicios, obligó a tomar medidas creativas para enfrentar estos tiempos de crisis.
Debido a que la situación es distinta para cada sector, me gustaría enfocarme en las pequeñas empresas del sector textil de nuestra región Arequipa. Negocios que, a pesar de contar con la asistencia y soporte técnico del Centro de Innovación Productiva y Transferencia Tecnológica (Cite) Textil Camélidos Arequipa, tienen un gran desafío para mantenerse competitivos y rentables.
Estos emprendimientos difícilmente pueden trasladar el aumento de los costos a sus precios finales, ya que trabajan para una gran empresa y perciben márgenes específicos o compiten en un mercado nacional que no está dispuesto a pagar más, situación que los lleva a gestionar y disminuir sus costos tanto directos como indirectos.
Manejo de costos
En relación a los materiales, quizás es complicado negociar mejores precios con los proveedores, por eso ya están aplicando técnicas para disminuir su nivel de desperdicio y merma. En cuanto a los costos indirectos, aplican sus primeros planes de mantenimiento para mejorar la confiabilidad de sus equipos.
También están migrando al uso de tecnologías de información para planificar y controlar mejor la producción y aplican técnicas básicas de la manufactura esbelta; sin embargo, todas estas iniciativas no tendrán el impacto necesario mientras no solucionen el inconveniente que se viene suscitando en relación a su mano de obra directa (y quizás la indirecta).
Mano de obra
En primer lugar, el Servicio Nacional de Adiestramiento en Trabajo Industrial (Senati) dejó de impartir de forma regular, durante los primeros años de pandemia, su carrera técnica de “confeccionista de prendas de vestir”. Esto impactó en una menor cantidad de profesionales capacitados de lo que demanda el sector, principalmente en las pequeñas empresas.
En segundo lugar, cada vez es más difícil encontrar personal capacitado para trabajos de tejido y/o confección de prendas de vestir por un sueldo equivalente al mínimo vital. Esta coyuntura podría ampliarse a más sectores industriales, puesto que los jóvenes trabajadores buscan empleos que les permitan generar mayores ingresos con un similar o menor esfuerzo, ya sea con labores menos exigentes o teniendo que estudiar menos.
Es así que se prefiere puestos comerciales de diversa índole, obtener licencia para ser choferes de taxi u operadores de maquinaria pesada o, por último, inscribirse a la escuela de suboficiales de la Policía o Fuerzas Armadas (que les asegura mayores ingresos).
Soluciones creativas
¿Qué se puede hacer ante esta situación que se torna cada vez más delicada? Empezar por generar un conjunto de ideas y soluciones creativas que involucren al gremio empresarial, Estado (regional y nacional) y la academia.
Aunque aún representan propuestas que faltan ser validadas, se podría desarrollar convenios que permitan a los estudiantes técnicos de carreras textiles generar ingresos desde su primer año de estudios en las pequeñas empresas. Para ello, sería indispensable que el Estado Peruano promulgue una ley que permita las actividades formativas (prácticas preprofesionales) en las mipymes a un costo menor a la remuneración mínima vital.
Se requiere además generar convenios con organizaciones que trabajan con poblaciones vulnerables, para ubicar un universo de personas que busquen un trabajo formal (quizás no el mejor remunerado) pero que les permita también capacitarse y desarrollarse en un importante rubro.
Por otro lado, es necesario sensibilizar a los pequeños empresarios a desarrollar planes de retención de personal con escalas salariales competitivas, que premien la calidad y productividad. Por último, quizás se podría pensar en subsidiar ciertas carreras técnicas del rubro textil para animar a los recién egresados de colegios a estudiarlas.
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