No obstante, advierte que el cambio del modelo económico será incluido en la agenda política en las elecciones del 2020 y 2021.
Rolando Vilca Begazo
Para el analista político, José Carlos Requena, es improbable que en los próximos dos o cinco años ocurran protestas sociales similares a las de Chile, en contra del modelo económico. En su opinión, los reclamos en nuestro país se canalizarán a través de los procesos electorales del próximo año y del 2021, es por ello que recomendó estar atentos a los discursos que propongan los diferentes candidatos.
La discusión del modelo económico será parte de la agenda electoral, sobre todo en el 2021 y seguro que también será parte de la discusión en el ‘breve Congreso’ que se instale en febrero del 2020.
En el Perú, ¿qué tan lejos estamos de reproducir las protestas sociales que ocurren en Chile, en contra del modelo económico que es muy similar al nuestro?
En las actuales circunstancias es muy lejano, por la pasividad que caracteriza a la protesta social en el Perú. Sin embargo, eso no significa que no haya presiones. En realidad atravesamos la misma situación social, es cierto que hay muchas presiones pero estas se canalizarán de forma distinta a las protestas que vemos tanto en Chile como en Bolivia.
Las protestas seguirán limitadas a los proyectos extractivos como Tía María o Las Bambas y en otros lugares donde haya inversiones importantes.
¿Por qué los reclamos sociales en el Perú se canalizarán de manera distinta?
Porque tenemos dos procesos electorales en los próximos años. Primero el congresal del 2020 y luego las elecciones generales del 2021. Estos espacios van a ayudar a canalizar estas protestas y es allí donde deberíamos poner nuestros ojos para ver qué tipo de discursos, plataformas y mensajes serán los que terminen calando.
Ahora, varios de los candidatos al Congreso, usarán como bandera política el cambio del modelo económico en nuestro país.
Exacto. La discusión del modelo económico será parte de la agenda electoral sobre todo en el 2021 y seguro que también será parte de la discusión en el ‘breve Congreso’ que se instale en febrero del 2020.
Por ahora se habla mucho de la reforma política, la necesidad de inclusión de algunas poblaciones postergadas y la lucha anticorrupción, quizás en los próximos años veamos una agenda mucho más amplia y que incluya discusiones sobre el modelo económico y el cambio del rol del Estado.
En el corto plazo, ¿se puede hablar de un cambio de modelo económico en el caso peruano?
Eso se verá cuando se trate en los debates públicos, pero no creo que en lo inmediato y con una agenda similar haya una protesta social grande [como la ocurrida en Chile]. Las protestas seguirán limitadas a los proyectos extractivos como Tía María o Las Bambas y en otros lugares donde haya inversiones importantes. Pero una protesta masiva contra el modelo económico, como la vista sobre todo en Chile o como la protesta tan polarizada en el caso de Bolivia, me parece algo lejana o que ocurra en el corto plazo, si consideramos como corto plazo a los próximos dos o cinco años.
¿A qué se debe esa diferencia en la reacción social?
En el Perú no tenemos organizaciones sociales con esa capacidad de movilización. Es cierto que en Chile todo resultó muy anárquico, pero es evidente que esa movilización social en el Perú no se vio ni siquiera cuando el 80% de la población apoyó el cierre del Congreso. A lo mucho se llegó a unas 20 mil personas en Lima y en las regiones no superaba los 4 mil o 5 mil personas. Dudo que algo parecido a lo de Chile se vea en el futuro inmediato.
Aunque sea prematuro anticipar la actuación del Congreso que se elija el 26 de enero, ¿cree que existan las condiciones para promover una reforma o cambio del capítulo económico de la constitución?
Vamos a tener un Congreso muy fragmentado en cuanto a su composición, estimo que se tendrán ocho bancadas —por lo menos— y además con una agenda política fraccionada; porque si bien en Lima hay una agenda reformista, en las regiones la dinámica es totalmente distinta y allí se elige a dos tercios de la representación parlamentaria. En ese contexto no habrá espacio para una reforma significativa. Seguro habrá una u otra cosa muy puntual pero no se llegará a algo tan ambicioso como esto.
En el Perú no tenemos organizaciones sociales con esa capacidad de movilización. Es cierto que en Chile todo resultó muy anárquico, pero es evidente que esa movilización social en el Perú no se vio ni siquiera cuando el 80% de la población apoyó el cierre del Congreso.
¿Qué temas podrían aprobarse en este Congreso, que tendrá alrededor de 15 meses de funcionamiento? ¿la eliminación de la inmunidad parlamentaria podría prosperar?
Saldrán aquellas cosas que no requieren de una votación calificada [dos tercios del total de los congresistas, 87 votos] porque algo más ambicioso como el tema de la inmunidad que fue tan cuestionado en la opinión pública, dudo que pueda tener el consenso necesario para viabilizarse.
Reelección en manos de los electores
Por otro lado, ¿cómo evalúa la decisión del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), de permitir que los congresistas del parlamento disuelto puedan volver a postular en estas elecciones complementarias?
Eso era lo más sensato. La interpretación de la Constitución que dio el JNE es la más adecuada. Esta no es una nueva elección sino la culminación de un periodo que se inició en el 2016, además, el elector es el que finalmente tendrá la decisión de avalar o no a estos excongresistas.
Pero no se puede negar que estas personas tienen una mayor recordación en el electorado a diferencia de los nuevos candidatos. Incluso, podría aplicarse el adagio popular ‘más vale lo viejo conocido que lo nuevo por conocer’.
Tal vez, pero allí será el elector el que premie o castigue a estas personas y así como cargan con la recordación, esta también puede ser buena o mala. No todos los excongresistas son bien recordados.
En este proceso electoral, en el que no hay ‘locomotoras’ que jalen votos como ocurría con los candidatos presidenciales, el rol del elector y del voto preferencial que mucha gente denuesta —en este caso particular— tendrá un peso mayor.
Por ejemplo, dentro del fujimorismo hay personajes del ala dura que tienen respaldo dentro de sus partidarios y apelarán a eso para volver al Congreso.
Eso no es algo negativo. El Congreso debe representar a todas las visiones políticas que existen y es el pueblo el que al final pone a uno u otro parlamentario.
Cómo van las cosas hasta el momento, ¿qué tan difícil es que tengamos un bloque político que controle el Congreso como ocurrió hasta el 30 de setiembre?
Eso es muy complicado, por el nivel de fragmentación política. Lo que también llama la atención es que nadie esté reivindicando los supuestos logros del gobierno de Vizcarra, que aun cuenta con un respaldo popular importante y que el propio gobierno, tampoco parece interesado en forjar una correlación parlamentaria fuerte para impulsar algunos temas que considere importantes.
¿Eso no dificultaría la gestión del presidente Vizcarra en el año y medio que le queda para gobernar?
Esa es una posibilidad que no debemos descartar. Nada nos garantiza que efectivamente se tenga un nuevo Congreso difícil de lidiar con el Ejecutivo.
En ese contexto urge una mayor responsabilidad de parte del elector al momento de decidir su voto.
El sufragio es un ejercicio racional y emotivo. El elector debería ‘espulgar’ a los candidatos. Muchos ciudadanos no recuerdan por quién votaron y ahora, no solo deberían votar con responsabilidad, sino hacerse responsables de su sufragio, por eso deben ver si sus candidatos tienen las respuestas que buscan o tienen algo en común con ellos, y si después les pueden exigir una rendición de cuentas.
Con las características que tiene este proceso electoral, en el que no hay ‘locomotoras’ que jalen votos como ocurría con los candidatos presidenciales, el rol del elector y del voto preferencial que mucha gente denuesta —en este caso particular— tendrá un peso mayor. Por eso los electores deben ser conscientes de eso y no votar por una lista sino por los candidatos con los que se siente representados.
El déficit de gestión [de Martín Vizcarra] que se mostraba antes de la disolución del Congreso, no ha mostrado muchos cambios en este mes y medio sin parlamento. Eso es evidente y es un tema que debe revertirse.
Nada ha cambiado
¿Ha pasado un mes y medio desde que se disolvió el Congreso, durante ese tiempo destaca algún cambio en la gestión del presidente Vizcarra?
Se le ha visto la misma proactividad en sus viajes al interior del país pero hay muchos pendientes aún. Hace poco se conoció que el avancé de la ejecución presupuestal estaba muy rezagado. Los diferentes ministerios en promedio estaban en 50% al décimo mes del año y tendrán que ponerse ‘las pilas’ para estar al nivel de las expectativas que despertaron en la población.
Da la impresión que aún sin el Congreso opositor no se puede desempeñar una mejor gestión de gobierno.
El déficit de gestión que se mostraba antes de la disolución del Congreso, no ha mostrado muchos cambios en este mes y medio sin parlamento. Eso es evidente y es un tema que debe revertirse.
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