Juan Pablo Olivares
Raúl Obando Begazo, llega en bicicleta al complejo deportivo del Country Club en Tiabaya. Vestido con su indumentaria de entrenamiento y con un gorro que le cubre su canosa cabellera y protege su rostro del inclemente sol. Con ese clásico look, se prepara para los ensayos matutinos del FBC Aurora, equipo que dirige en la Copa Perú.
El director técnico se muestra tranquilo. El equipo atigrado es uno de los favoritos del campeonato, así que se puede entender su forma serena, que contrasta con su enérgica actitud cuando fue futbolista y capitán del FBC Melgar en la campaña del 81, donde salieron campeones. Así se muestra el entrenador de 70 años: tranquilo, centrado y concentrado.
Objetivo copero
Ese enfoque, dice, es el resultado de un camino de aprendizaje y oportunidad para redimirse. El regreso de Obando a la Copa Perú, no sólo significa un reto profesional, sino también personal. Es la ocasión de corregir los errores cometidos en el pasado como entrenador y también, la oportunidad que tiene para apoyar a los jugadores que aspiran a ser futbolistas profesionales.
“Admiro y respeto mucho a los chicos que, pese a las dificultades, quieren salir adelante y convertirse en futbolistas profesionales. Estamos preparados para llegar lo más lejos posible en la Copa Perú”, aseguró.
Obando, está listo para asumir el reto en un torneo largo y donde se van quedando los mejores; sin embargo, distintos factores hacen que ese objetivo se haga cada vez más difícil.
Eso no quiere decir que no muera en el intento, como tantas veces lo hizo. Pero, para el exfutbolista, la Copa Perú es un campeonato viciado en cuanto a organización y otros temas extradeportivos con los que no se puede competir.
“Ascender a la Liga 2 es lo que les corresponde a los equipos del fútbol macho (Copa Perú), porque escalar de frente a la Liga 1 era un cambio demasiado brusco para los dirigentes y jugadores”, sustentó.
Historia rojinegra
Durante nuestra conversación, sale a relucir —inevitablemente— su etapa como futbolista y su paso por el FBC Melgar. Parece añorar aquel tiempo dorado, del calor de la gente y de los hinchas rojinegros. De los campos, de sus actuaciones a estadio lleno. De su trayectoria cuando fue idolatrado como un genuino representante del fútbol arequipeño. Un futbolista de multitudes y exitoso, pero sin ego.
Obando, no sólo defendió la camiseta del FBC Melgar, también jugó en el Deportivo Municipal y fue parte de la selección peruana en el preolímpico de Pernambucano en Brasil. Muchos que lo vieron jugar aseguran que fue un verdadero crack.
Pero su forma de ser es la misma de siempre: un tipo que es capaz de llegar en bicicleta al entrenamiento o ayudar a masajear a sus pupilos. Es un tipo que, a pesar de ser figura y protagonista de uno de los capítulos más importantes de la historia del club rojinegro, es lo suficientemente humilde para enseñar y corregir a sus pupilos y darles consejos de vida.
“Muchos chicos creen que el fútbol les va a durar toda la vida. Por eso, siempre les recomiendo que estudien algo que les asegure la supervivencia. Que trabajen en otras cosas, porque el fútbol te deja a los 34 o 35 años; y luego, muchos se preguntan ¿qué voy hacer?, les empieza a sobrar el tiempo”, explica con la sapiencia de los años.
Título incomparable
Los colores rojo y negro representan para el exfutbolista una conexión de muchos años. Quizás las nuevas generaciones amantes del fútbol peruano no lo sepan, pero uno de los gestores del primer título nacional del FBC Melgar en 1981 fue Raúl Obando.
El exdefensor guarda con cariño aquella historia. Entre los muchos logros que consiguió, reconoce que el título del 81 es el más importante de su carrera futbolística. No es para menos, Obando, era el referente y capitán del equipo, que tenía a grandes figuras como los hermanos Ernesto y Genaro Neyra.
Y sin una pizca de autosuficiencia, el capitán asegura que, el título de 2015 y los que puedan venir, nunca serán iguales al que él consiguió (1981). Esto, debido a que se alzaron campeones teniendo a su costado la necesidad económica y el hambre de gloria.
Dice que era un equipo que tenía que ir al caño a refrescarse y no tenían ni campos donde entrenar y, por si fuera poco, gran parte de ese campeonato, estuvieron impagos. “Nunca me sentí alguien importante, y evité ver a alguien por encima del hombro. Por qué tanto salto si el terreno es llano”, añade.
Evita hablar más del tema. Dice que no vive de los recuerdos, ni le interesa que lo recuerden como un ídolo ni mucho menos. Cuando se retiró del fútbol, se convirtió en un ciudadano más, y piensa que quizás con el tiempo se olviden de él. Me da un apretón de manos y se apresta a cerrar las puertas del complejo. Obando, es el último en dejar las instalaciones montado en su bicicleta. Cosas de un crack.
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