Juan Pablo Olivares
Cuando llegó la pandemia, las esperanzas de ser campeón nacional cayeron, lo mismo pasó con el sueño de forjar nuevos valores en la escuela Camilo Boxing Club, proyecto que el boxeador Camilo Jara, emprendió meses antes del inicio de la cuarentena por el COVID-19.
La pandemia del coronavirus fue un golpe duro, se vio obligado a cerrar el gimnasio; el emprendimiento no resistió más. Además, tuvo que vender parte de los implementos que tenía en el local. Sufrió un nocaut.
“Invertí cerca de S/ 5 000 en el gimnasio y prácticamente no me quedó nada. Fue algo difícil para mí, pero soy una persona positiva y mientras haya vida, hay esperanza”, dice.
Su sueño era tener un gimnasio y forjar jóvenes valores en el boxeo, pero no pudo, también tenía planificado viajar a Chiclayo y crecer profesionalmente.
Estudió la carrera de Ingeniería de Seguridad Industrial y era la gran oportunidad de desenvolverse en lo suyo, sin embargo, la pandemia no solo frustró su desarrollo como boxeador, sino también, su carrera profesional.
Una aventura culinaria
Entonces surgió la idea de incursionar en la gastronomía, exactamente en el negocio de las pollerías; el arte de preparar jugosos pollos y crocantes papas fritas era el gran reto. El deportista no estudió esta carrera, pero su experiencia como mozo y bartender, le facilitó el aprendizaje para emprender esta nueva aventura.
“El negocio de las pollerías es de los padres de mi novia y fue ella quien me animó a incursionar en este rubro. Tuve que aprender a hornear y amarrar los pollos, fue complicado pero no imposible. Al no tener dinero, la situación era dramática, ahora estoy aprendiendo a hacer parrillas, también soy parrillero” dice sonriendo.
La situación económica de Camilo y su familia ha mejorado, sin embargo, la pandemia no solo le enseñó al boxeador a emprender nuevos negocios o trabajar en otros oficios, también aprendió a ser más solidario y ayudar a los más necesitados, especialmente a los niños y ancianos.
“Tengo muchos sueños y objetivos, pero principalmente, quiero servir a los demás, a los más necesitados y apoyar también a jóvenes deportistas. Creo que la política es una herramienta muy poderosa para poder ayudar a la gente”, confiesa.
Negocio familiar
El futbolista Cristian Coronel, vio como todos sus proyectos y objetivos en el fútbol se esfumaron desde marzo de 2020. Antes de la pandemia, jugaba la Copa Perú con el equipo Los Tigres de Cayma. Su objetivo era salir campeón y llegar al fútbol profesional, pero la llegada del virus chino truncó toda posibilidad.
El ánimo de Coronel se vino abajo, la motivación de jugar al fútbol desapareció y el jugador entró en depresión. Además, dejó de percibir un sueldo y su economía junto a la de su familia también disminuyó.
“Prácticamente fue un año perdido, sin poder lograr el objetivo. Pensé en no volver a jugar más y que el fútbol había acabado para mí”, sostiene.
La coyuntura hizo que piense en un nuevo camino y aunque ahora abraza la esperanza de volver a jugar al fútbol, Coronel se dedicó por completo al negocio de la comercialización de fruta. Un negocio familiar que junto a su hermano (también futbolista) y a sus padres, sacaron adelante.
“Mi hermano y yo no estábamos muy al tanto del negocio, desconocíamos muchas cosas. Solo nos dedicábamos al fútbol y a los estudios, pero mi mamá estuvo muy mal de salud y fue el momento de tomar la batuta, fue una transición muy dura”, cuenta.
Desde entonces, Coronel aprendió muchas cosas del negocio, por ejemplo, conocer los diferentes tipos y variedades de fruta, y qué días y de qué lugares llegan los mejores productos, pues advierte que este negocio es muy cambiante ya que es un producto perecible.
Además, Coronel asegura que se vieron obligados a incursionar en las redes sociales, hecho que generó que la venta de fruta aumente cada día más, tanto, que ahora no solo piensan en vender sus productos al exigente mercado arequipeño, sino que van por la exportación al mercado internacional.
“Hay la posibilidad de exportar guanábanas a Bolivia y fresas arequipeñas a Rusia. Esperemos que esto se pueda concretar y así podamos seguir creciendo. La exportación de fruta aún no estaba en nuestros planes, pero la pandemia nos obligó a mejorar y a crecer”, asegura.
Nueva experiencia
Euclides Masco, profesor de Educación Física y entrenador de vóley, dedicó toda su vida a la enseñanza y formación de jóvenes valores en distintas disciplinas deportivas. Por más de 30 años, trabajó en diferentes instituciones educativas y clubes deportivos, sin embargo, desde la cuarentena en marzo del año pasado, dejó de hacer lo que más lo apasiona y sus ingresos económicos se vieron afectados drásticamente.
A sus 58 años de edad, la pandemia ‘lo agarró’ desprevenido, sobreviviendo de sus ahorros, pero se vio en la necesidad de trabajar en una librería, un negocio manejado por sus hermanas y distinto a lo que siempre hizo. Masco, no tuvo otra opción que aprender para sobrevivir.
“Fue muy difícil incursionar en este nuevo rubro. No sabía sacar ni fotocopias y me vi obligado a llevar cursos por Internet y también aprendí a lidiar con los clientes y hasta hacer anillados. Fue una nueva experiencia”, dice sonriendo.
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