Juan Pablo Olivares
María José Ojeda Alemán descubrió muy pronto –a los 7 años de edad–, que su pasión estaba en la gimnasia artística. Después de convencer a su mamá, ingresó al gimnasio del Club Internacional a probar suerte. Lo hizo de una manera muy atrevida y arriesgada.
Empezó a competir a los 8 años. María José, fue una hija feliz y traviesa, que no podía estar quieta. Una niña sensible y risueña que creció en un gimnasio de alto rendimiento entre barras, arzones, anillos y colchonetas. Una adolescente gimnasta con talento, que empezó a competir y a ganar medallas en torneos locales y nacionales.
Hoy, es una adulta que, añora esa etapa e imagina cómo hubiera sido la carrera deportiva que abandonó por una lesión en la espalda a los 17 años. Una hernia discal en la parte lumbar, acabó con sus sueños. Pensó que era algo leve, pero la lesión fue más seria de lo que pensaba.
Capítulo cerrado
Se sometió a una rehabilitación de casi tres años de terapia tradicional, quiropraxia y acupuntura. Volvió a los entrenamientos, pero el dolor continuaba, se le adormecía la pierna, no tenía la flexibilidad de antes y ya no podía ‘volar’ ni realizar los saltos mortales. Ya nada era igual.
“Recuerdo que estaba realizando saltos mortales y tuve una mala caída, un mal golpe. Dejar de entrenar y competir fue muy frustrante. Quizás tuve algo de irresponsabilidad por no saber controlar mi ímpetu en los entrenamientos”, lamentó.
La gimnasia era una forma de expresarse para ‘Majo’. Era feliz y encontraba paz y tranquilidad. Las veces que más extraña la gimnasia es cuando ve competir o entrenar a sus excompañeras. Verlas, le genera nostalgia, no lo niega, pero al mismo tiempo asegura que la gimnasia es un capítulo cerrado en su vida.
“Alejada de la gimnasia descubrí que en cada entrenamiento y competencia llevaba mucha presión, porque siempre quería sobresalir, no necesariamente para felicidad mía, sino para la de mis familiares o amigos”, confesó.

Una nueva vida
El peso de las expectativas se cernía sobre ella. Todos esperaban que fuera espectacular y perfecta, pero ella –a veces– se sentía lejos de eso. Ahora está más tranquila, encontró tiempo para sí misma y ya no piensa en lo que quieren o digan los demás.
Actualmente, trata de acostumbrarse a un ritmo más pausado. “Descubrí una nueva vida, a socializar y hacer nuevos amigos. Antes mi mundo era sólo la gimnasia, ahora me encanta esta nueva vida”, asegura con una sonrisa cómplice.
Sus días suelen ser completamente distintos a los vividos durante la vorágine de entrenamientos y competencias. Ahora se dedica casi a tiempo completo a los estudios. Cursa el cuarto año de la carrera de Ingeniería Industrial en la Universidad Católica San Pablo y quiere que sus logros no sólo se ciñan al deporte, sino también a los estudios.
Su meta es terminar la carrera profesional y seguir preparándose académicamente y llegar a dar el salto más alto, pero esta vez desde una perspectiva distinta y propia de sus nuevas labores y planes.
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