Rafael Longhi Saravia
Cuando a los turistas que visitan nuestra ciudad se les quiere ofrecer la posibilidad de disfrutar de música y danzas tradicionales, casi inexorablemente se termina ofreciéndoles un espectáculo que en realidad incluye manifestaciones folclóricas de diversas partes del país, incluso de Bolivia, pero con muy poco de arequipeño, especialmente en lo referido al valle del Chili.
¿Cómo explicar esto? Pues parece que el apego extremadamente regionalista del arequipeño hacia sus tradiciones se desvanece si de mostrar danzas vernáculas se trata. Conviene entonces que recordemos algunas consideraciones con respecto al origen de nuestra música y danza local. En este caso, como una primera parte, nos ocuparemos de uno de los géneros más representativos de Arequipa, que, aunque se halle presente prácticamente en todo el Perú, aquí asume características peculiares tanto en el baile como en la música que le otorgan una especial singularidad.
Del fandango a la chilena
La marinera probablemente tiene sus -orígenes en el fandango y la jota aragonesa, bailes españoles que gozaban de plena vigencia en el siglo XVIII. Se le puede considerar como una danza de cortejo. Tuvo una gran difusión en tierras americanas, donde se comienza a bailarla en fiestas tradicionales entre parejas de jóvenes, siempre con los calificativos de licenciosas y atrevidas.
A partir de entonces comienza el proceso de síntesis que incorpora a estas danzas ingredientes locales entre los que se deja sentir de manera muy sensible el aporte africano, sobre todo en la vivacidad, la picardía y la rítmica que adquiere. Así se da lugar a nuevas danzas, especialmente de carácter popular como la zamacueca, el panalivio y la que llegaría a ser conocida como la chilena, tal vez por su similitud con la cueca y por el origen que parecen compartir.
Después de la guerra del Pacífico, en un intento reivindicatorio, se cambiaría la denominación de chilena por la de marinera, en honor precisamente a la Marina de Guerra y, en especial, a Miguel Grau y su gesta heroica.
El avance
Durante el siglo XX, la marinera se difundió en gran parte del territorio peruano adoptando diversas características de acuerdo a la localidad donde se la bailaba. Así surgió una muy suntuosa y señorial en Trujillo, una elegante y zalamera en Lima, una recia y acompasada en Ayacucho y una sutil y atildada en Puno.
La versión arequipeña
En Arequipa ocurrió lo propio, la marinera era bailada en una sociedad que encerraba dos universos. En uno, los ‘ccalas’: citadinos, refinados, moderados, aristocráticos; y en el otro, los ‘lonccos’: rurales, campechanos, francos.
Cada uno de estos grupos sociales, en eterno contrapunto, hicieron a su manera una interpretación muy propia de la marinera. Y así, mientras que en los salones los ‘ccalas’ hacían alarde de su gracia y galantería en una marinera suave, acompasada, elegante, de pasos menudos y gráciles, los ‘lonccos’, en el campo, con la misma danza, alardeaban a su manera de sus dotes con pasos más bien fuertes, enfáticos, con modales campechanos y libertinos, en un zapateo intenso, de aquellos que levantaban polvareda.
Es en Arequipa donde alternativamente se comienza a llamar chacarera a este género, en un intento por diferenciarla de la marinera de otros lugares. Lo que termina siendo una muestra del acendrado regionalismo de los arequipeños que se sienten muchas veces ‘diferentes’ al resto.
Discusión sobre el post