Uno avanza en la lectura y comienza a reconocer algo familiar. Se da cuenta de que en realidad su gran aventura, su largo viaje lo condujo de nuevo a la sala de su propia casa, a la sensatez, al amor.
José Manuel Rodríguez
Es el tercero de la Trilogía de Ransom, una evidente alegoría cristiana de C. S. Lewis.
Toda la historia se mueve en la tensión entre la humanidad y el sistema. Irónicamente la institución encargada de ‘poner orden’ se llama NICE (bonito, lindo), por sus siglas en inglés, y es todo lo contrario a algo parecido.
Es el tercero de la Trilogía de Ransom, una evidente alegoría cristiana de C. S. Lewis.
Toda la historia se mueve en la tensión entre la humanidad y el sistema.
Se trata de una monstruosa burocracia en la que nada se dice con claridad y en la que se invoca una especie de identidad común que no significa gran cosa pero que se supone que fundamenta la acción. El presidente se pasea por toda la institución mirando todo y llenándose de información sobre sus colaboradores, mientras la policía trata de poner orden en la población y en los mismos asuntos internos. Abundan las falsas solidaridades, las amistades fingidas y la ambigüedad constante, la persecución ciega de privilegios dudosos y efímeros, como en cualquier tiranía. Se nota de inmediato la misma descripción del infierno que el mismo autor hace en Cartas del diablo a su sobrino, que ya hemos comentado en otra ocasión.
La humanidad, en cambio, es el lugar lleno de valentía, libertad y creatividad en el que se cuenta con las capacidades de cada uno, nadie sobra, y la misma naturaleza silvestre está en armonía con la amistad que se vive entre los miembros de una dispar comunidad que lucha contra el NICE.
Hace años que un libro no me atrapaba como este. Probablemente lo más interesante es ese genial recurso: ‘extrañamiento’, que tan bien maneja Lewis.
Hace años que un libro no me atrapaba como este. Probablemente lo más interesante es ese genial recurso: ‘extrañamiento’, que tan bien maneja Lewis. Uno avanza en la lectura y poco a poco comienza a reconocer algo familiar.
Esto va en aumento hasta que, como en Ortodoxia, de Chesterton, se da cuenta de que en realidad su gran aventura, su largo viaje lo condujo de nuevo a la sala de su propia casa, que su gran heterodoxia era solamente eso, ortodoxia, sensatez, amor, es decir que todo el tiempo le estuvieron hablando del catecismo, del Evangelio, del viejo cristianismo que llevamos en el fondo del alma muchas veces sin quererlo y muchas veces incluso despreciándolo, pero que de pronto despierta para ponernos una duda en el corazón: ¿Y si fuera cierto? ¿Si de verdad todo un Dios, es más, el Dios de todo, el Todopoderoso, se ha hecho hombre como usted, lector, como yo, que reseño este libro? Porque si es verdad, absurdo sería no buscarlo.
Discusión sobre el post