Carlos Timaná Kure
Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo
La sentencia sobre Alejandro Toledo, se ha convertido en una de las noticias más importantes de los últimos años en materia política. Todo indica que los 20 años de cárcel que le dieron al exmandatario, se reafirmarán tras la apelación que falta en segunda instancia. Este hecho representa una desilusión y un límite al mismo tiempo.
La desilusión se genera porque, una vez más, se quiebra la esperanza de ver un cambio en la forma de hacer política en el país. Recordemos que fue Toledo, cuando aún era candidato, quien ejerció presión para hacer tambalear al régimen del fujimorato de los años noventa. Desilusión porque el problema de la corrupción no es de un solo sector político, sino que es un fenómeno transversal a todos los actores del sistema que se han ido acoplando al gobierno de turno, tal como nos lo ha mostrado el rastro que ha dejado Odebrecht.
También se convierte en límite, pues pone en jaque a toda la clase política y es que no está asegurada la impunidad. ¿No habría sido mejor para Alejandro Toledo vivir de su pensión y ahorrarse tantos problemas y un triste final por una cantidad de dinero que no ha podido ni disfrutar? Los que han sacado más provecho de sus coimas son los abogados que se han dedicado a su defensa, lo que termina siendo una ironía de la vida.
En capilla quedan el resto de expresidentes de este siglo, Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, también Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Pedro Castillo. A esta lista, sin duda, se sumará Dina Boluarte cuando termine su gobierno. Así las cosas, el principal reto es que el próximo presidente que elijamos no termine en la cárcel por ser corrupto ¿creen que lo lograremos?
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