Juan Pablo Olivares
Quizás no exista prenda más representativa en Bolivia que la pollera. Esta vestimenta colorida, llamativa, voluminosa y tradicionalmente asociada con las mujeres mestizas e indígenas aimaras, como las hermanas Elena, Alicia y Julia Quispe Tincuta y su cuñada Pacesa Alaña Llusco, montañistas bolivianas conocidas como las ‘cholitas escaladoras’, cuya historia está llena de desafíos.
Historia de la pollera
La primera vestimenta que usaba la población prehispánica, era el anaco (del quechua anacu), unas túnicas o vestidos largos, usados principalmente por las mujeres. Fue después de la rebelión de Túpac Amaru II en 1782, que el virrey Toledo decretó el uso de la pollera.
Aunque de alguna manera, se impuso el uso de la pollera, Pamela Cabala, docente y directora del Centro de Estudios Peruanos (CEP) de la Universidad Católica San Pablo (UCSP), sostiene que más allá del decreto hubo una adaptación y apropiación cultural de esta prenda.
Es así que en las diferentes regiones de América Latina –con mayor énfasis en las zonas altoandinas de Bolivia y Perú– se hizo una adaptación de esta prenda, no sólo respecto a los materiales, sino también en cuanto a los diseños. Cada región insertó diferente materia prima, colores y figuras representativas de sus zonas.
“En esta adaptación hay un encuentro cultural, por eso no lo veo como una simple imposición, ya que las polleras eran un traje que se usaba en Europa”, explicó Cabala.
Revalorización de la pollera a través del deporte
La pollera y quienes la usan, como las cholitas escaladoras, han sido víctimas de racismo y discriminación. Pese a ello, Elena, Alicia, Julia y Pacesa han ido cambiando esos prejuicios y buscan revalorizar la pollera a través del deporte, específicamente con el montañismo.
Ellas forman parte de Cholitas Escaladoras Bolivia Climbing, una asociación formada por 14 mujeres bolivianas, que fue fundada el 2 de diciembre de 2015, fecha en la que por primera vez, Alicia –la hermana mayor–, ascendió al nevado Huayna Potosí, de más de 6 mil metros de altitud, ubicado en La Paz.
Desde entonces, las cholitas escaladoras decidieron llegar a la cumbre de todas las montañas y volcanes posibles de Bolivia y el mundo. El Acotango (6050 m.s.n.m), el Parinacota (6350 m.s.n.m), el Pomarapi (6650 m.s.n.m.), son algunas de las cumbres conquistadas.
Así como el Illimani (6642 m.s.n.m.) y el Aconcagua, la montaña más alta de Argentina y de América con 6962 metros de altura; y recientemente, escalaron el volcán Misti con 5820 metros de altura. Este último como parte de las actividades del Festival Internacional de Cine de Montaña (Inkafest).
Montañismo contra la discriminación
Las hermanas bolivianas, mujeres de campo que en un inicio trabajaron como porteadoras (oficio de cargar el equipo de turistas) y luego como cocineras de alta montaña (labor en el campo base de una montaña a más de 4000 metros de altitud), fueron marginadas por su vestimenta y origen. Pero hoy, transmiten fuerza y seguridad en las entrevistas, conferencias y ascensos a las cumbres; y sirven de inspiración para muchas personas.
“En Bolivia, había mucho más discriminación que ahora. Antes no se podía ingresar a un instituto, universidades o a empresas con pollera, era mal visto. En las escuelas, las niñas del campo no podían ir con polleras”, lamentó Elena.
Deporte y libertad
Por ello, las montañistas bolivianas no sólo luchan por la identidad, dignidad y revalorización de la pollera, también lo hacen porque quieren destacar en el deporte (montañismo), porque conquistar la cumbre les permite dejar sus miedos y sentir la libertad.
Es con ese objetivo que las cholitas escaladoras buscarán en 2025 conquistar el monte Éverest, la montaña más alta del mundo con una altitud de 8849 metros. Además, aspiran a inmortalizar sus aventuras en una película o documental.
“La montaña nos ha dado libertad. Nos ha generado un cambio de vida. Lo que empezó como hobby, se convirtió en parte fundamental de nuestras vidas”, sostiene Alicia, la hermana mayor.
En los últimos años, a partir de la revalorización de la mujer indígena, la pollera resulta ser un elemento significativo del encuentro hispano-indígena que ha trascendido a la propia identidad cultural.
La pollera forma parte de la identidad de los pueblos y se ve como una síntesis de varias culturas, una prenda que ahora trascendió al deporte.
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