Nelani de la Torre Vera
Bachiller en Psicología
¿Se ha preguntado por qué a pesar de la propaganda que recibe el uso de la píldora del día siguiente (PDS), las cifras de abortos juveniles no decaen? Investigaciones como la realizada por James Trussell, en el 2007 sobre 23 estudios publicados entre 1998 y el 2006 en relación a la utilización de esta píldora, afirman que el libre acceso a este fármaco no logra ninguna reducción estadísticamente significativa en las tasas de embarazos no planeados y de abortos.
La revista Obstetrics & Gynecology realizó en el 2011 una revisión sistemática de los estudios que han valorado los efectos que tiene en la población la generalización del uso de la PDS. Los autores concluyen que la promoción de la píldora se asocia a un incremento en su consumo y se reitera que ningún estudio ha encontrado que disminuya la tasa de embarazos no planificados ni de abortos.
Varios estudios más han constatado que la mayoría de las mujeres que acudían a abortar habían sido usuarias de la píldora. Estos datos nos invitan a todos a ser críticos y preguntarnos qué tanto en realidad ayuda esta píldora a tener un verdadero cuidado sobre nuestra sexualidad y nuestro cuerpo. También a mirar con agudeza el impacto personal y social que genera la promoción de la PDS, más allá de los efectos clínicos hartamente estudiados y conocidos.
Desde esta perspectiva, la relación que existe entre la promoción de la PDS y el sector educativo, específicamente la educación sexual de los jóvenes, es un tema al que se debe prestar atención.
En el fondo, la difusión del uso del fármaco resulta una pronta y fácil solución al ‘problema’ que surge de un posible embarazo tras relaciones sexuales no planificadas. Por ello, el énfasis de la propaganda está puesto no en el consumo responsable de la píldora, sino en consumirla lo antes posible dentro de las 72 horas después de haber tenido relaciones sexuales.
Y aquí hay una contradicción: se difunde la píldora como una medida responsable cuyo mecanismo de acción pasa, paradójicamente, por eximir de toda responsabilidad a la persona, alentándola a tener relaciones sexuales sin control alguno, salvo aquel que implique evitar ‘una emergencia’.
Así, estamos lejos de promover un verdadero cuidado de nosotros mismos y entre nosotros mismos, de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad. A los jóvenes se nos invita a hacer lo que queramos. Se promueve, como vemos, un facilismo peligroso. Pareciera que se nos tiene como seres incapaces, entregados al poder de instintos y apasionamientos, incapaces de tener control sobre ellos; somos, a los ojos de quienes promueven la PDS, tan incontenibles sexualmente que para nosotros no hay otra solución viable que una pastilla.
¿No es eso acaso una mirada pesimista sobre la juventud? Nos quitaron las armas, la esperanza en nuestro autodominio. Se ha generado un facilismo de ‘haz lo que quieras que luego la pastilla lo resuelve todo’.
Lo peor es que luego de instalado el consumo irresponsable de la PDS tenemos a jóvenes afectadas hormonalmente, con inestabilidad del ánimo, sin un cuidado responsable sobre su sexualidad, sin encontrar el sentido y el fin de por qué realizan determinadas acciones; se incrementa la tasa de promiscuidad, también la tasa de violaciones por tener el agresor esta ‘solución’ rápida a la mano para suministrar a su víctima; el inicio de la vida sexual activa es cada vez más prematuro, entre otras cosas.
Es nuestra responsabilidad, entonces, generar conciencia con datos objetivos y completos acerca de esta píldora, analizando sus consecuencias a nivel biológico, psicológico y emocional; además, en lo personal y en lo social.
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