Perú: leer la historia desde las caídas o las levantadas

Juan Carlos Eguren
Excongresista

Los costos de la guerra de independencia nos sumieron en una larga crisis de inestabilidad y recesión que logramos superar después de dos décadas, a partir de 1845, gracias al apogeo del guano. Este periodo, sin embargo, no duró mucho y nuevamente tuvimos problemas por el estallido de la guerra con Chile.

Poco a poco las exportaciones peruanas a Estados Unidos, Inglaterra y el mismo Chile favorecieron la expansión económica, gracias también a la demanda externa derivada de las dos guerras mundiales. En medio, llegaron a nuestro país los efectos de la gran depresión de 1929 en Estados Unidos, y en los años siguientes la industria y el consumo se desarrollaron a costa de una alta deuda pública que no demoró en asfixiarnos.

Así llegamos a una de las peores crisis económicas y políticas de resultas de la dictadura militar, que hasta hoy tiene costos no absorbidos, sobre todo en lo moral y lo cultural.
Con el retorno a la democracia y la Constitución de 1979, la esperanza renace, mas no el equilibrio económico, negado por los errores del pasado y las hordas criminales de Sendero Luminoso y el MRTA.

En tiempos más recientes, arribamos a una época de estabilidad política y económica, una nueva Constitución (1993), inversión extranjera, derrota del terrorismo, etc., de la mano de los sucesivos gobiernos de Alberto Fujimori. Pero a la par del crecimiento económico, hacía metástasis la corrupción no solo en el Estado, sino también en el sector privado y los medios de comunicación. Luego, terminaba este periodo con la irrupción de falsos profetas, como Alejandro Toledo y compañía.

El crecimiento económico y la propia corrupción nos siguieron acompañando con Alan García, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski. Hoy, a tres años del Bicentenario de la Independencia, nos volvemos a preguntar, como tantas veces antes: ¿podremos levantarnos nuevamente de la crisis política y moral en la que nos encontramos? La respuesta es sí. No solo podemos, debemos.

La educación, la cultura, la formación en principios y valores serán la llave maestra del gran y sostenido cambio por todos anhelado. Nos tomará muchos años, pero lo importante no es cuánto tiempo, sino cuándo comenzamos. Se requiere una política de Estado perseverante y sostenida, que trascienda a los gobiernos de turno, y el presidente Martín Vizcarra tiene que iniciarla si aspira a estar en un capítulo importante de nuestra historia.

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