La Semana Santa y el cine

César Belan
Profesor de Humanidades – UCSP

En medio del calendario religioso, la Semana Santa es el periodo más pletórico de símbolos y representaciones que buscan expresar las verdades más importantes –y más enigmáticas– de nuestra fe. Así pues, en las cruentas imágenes de los Nazarenos que recorren las ciudades del orbe católico por estas fechas, el pueblo cristiano reconoce el dolor real que Jesucristo sufrió por nosotros, depositándose sobre su humanidad todo el padecimiento humano. 

A las procesiones y diversas devociones se suma una liturgia llena de imágenes que representan los más deslumbrantes misterios. Sin embargo, y desafortunadamente, este año el pueblo católico no podrá asistir a las manifestaciones de piedad y de culto que caracterizan estas fechas. La cuarentena nos obliga a permanecer en casa, quizás meditando la Pasión y Resurrección de Cristo mediante la transmisión televisiva o radial de los oficios. 

Sin embargo, desde hace décadas, existe otra manera de vivir la Semana Santa desde los medios masivos de comunicación. Hablamos del cine. Un medio eficaz, en momentos de aislamiento forzado, para recorrer una vez el Calvario y los grandes misterios que él guarda.

El cine constituye uno de los más intensos y edificantes medios de representación de la Pasión de Cristo. De hecho, el séptimo arte nació proyectando los misterios de los últimos días de Jesús. La primera película propiamente dicha consistió en una grabación de un Vía Crucis tradicional, en la actual República Checa, La vie et passion de Jésus-Christ (1898).

En la Arequipa de los 50’ se acostumbraba proyectar filmes religiosos en Semana Santa. El resurgimiento de la devoción católica en España luego del advenimiento del régimen de Franco, posibilitó la distribución en nuestro país de numerosas películas de gran calidad, muy adecuadas a estas fechas, como son El Judas (1952) o El beso de Judas (1954).

No obstante, no sólo España proveía a nuestras salas, material de piedad y recogimiento para estas fechas. Desde Europa llegaban clásicos del cine religioso, hasta entrados los 70’. La excelente película de Pier Paolo Pasolini, Il vangelo secondo Matteo (1964) –considerada la mejor película sobre Jesucristo según el diario pontificio L’Osservatore Romano– da cuenta de eso. Es digna también de mencionar la obra maestra de Rossellin, El Mesías (1975). También la pujante industria cinematográfica mexicana de los 50´ ofrecería hermosas cintas llenas de devoción como: Jesús de Nazareth (1942), María Magdalena: Pecadora de Magdala (1946), El Mártir del Calvario (1952) o Jesús, nuestro Señor (1969).

Más allá de la alta calidad del cine de otras latitudes, Hollywood fue el distribuidor por definición de superproducciones de corte religioso. Inclusive popularizó un género que inmediatamente sería asociado con la Semana Santa: El peplum o «cine de romanos». Grandes cintas de este estilo se posicionarían tiempo después de la pantalla chica peruana, haciendo del Jueves y Viernes Santo de los años 80’ y 90’ un espacio de calidad –un oasis, diría yo– en el cual uno podía disfrutar de cine clásico. Hablamos de Quo Vadis? (1951), El Manto Sagrado (1953), y su secuela Demetrio y los gladiadores (1954), Espartaco (1960), Barrabás (1961), y la archiconocida Ben Hur (1959).

Estas cintas, ya tradicionales en esas fechas, sin ser expresamente católicas, se amoldaron muy bien a nuestra práctica religiosa de esas fechas, formando parte de esa cultura barroca que –junto con las procesiones y la liturgia– mediante el espectáculo nos hacía vivir y por tanto meditar el misterio de la Pasión.

Podríamos distinguir la filiación de cada película por el tratamiento que se hacía de la persona de Cristo. Por ejemplo, las muy hermosas versiones de Rey de reyes (1927, 1961), producidas ambas por capitales judíos, son las más «políticamente correctas» con respecto a aquella comunidad, endosándole la responsabilidad de la muerte de Cristo a los romanos de turno. Es sus antípodas, el clásico de D. W. Griffith, Intolerancia (1916) señala abiertamente al pueblo judío como deicida, lo que suscitó las protestas los israelitas de los Estados Unidos.

La más preciada por los sectores «progresistas» sería la ya mencionada Evangelio según San Mateo de Pasolini. Cinta en la que se acentúa la humanidad y sencillez de Jesús, como la presencia del «pueblo», encarnado por actores aficionados. El Cristo «Hippie» de Jesucristo Superstar (1973) y el cristo semi-arriano (del que se ha degradado su divinidad y moralidad) de La última tentación de Cristo (1988) son también muy bien acogidas por los grupos no-cristianos.

Por otro lado, la controversia entre las diferentes denominaciones cristianas y las católicas quedan patentes las diferencias en el episodio de la institución de la Eucaristía y las palabras con las que Cristo celebra la primera misa. Ejemplo de ello lo podemos ver La historia más grande jamás contada (1965), cinta en la que palpita la teología protestante. Muchos especialistas consideran católica por definición es la adaptación al cine de la serie de T.V. de Franco Zeffirelli, Jesús de Nazareth (1977), aunque esta presea se la disputa La Pasión (2004) de Mel Gibson, por su fidelidad a la tradición católica.

Más allá de enfoques y matices, hacemos votos para que nuestra Semana Santa se haga provechosa al contemplar el espectáculo más espléndido jamás visto: el Amor absoluto del Dios vivo mediante el sacrificio de su Único Hijo.

Una lista de películas en internet:

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