La docencia universitaria, el autoconocimiento y la trascendencia

Claudia Calisaya Carpio
Docente del Departamento de Humanidades de la Universidad Católica San Pablo

Mientras dictaba el curso de Liderazgo, Daniel se quedó mirando hacia el vacío, en silencio durante un momento. Se mostraba pensativo. Al terminar la sesión, esperó a que todos sus compañeros se fueran y se me acercó. Me dijo: “profesora, ¿cómo puedo mejorar?”.

La pregunta es simple, pero profunda si es que ponemos sobre la mesa todas las dimensiones que permiten el crecimiento de la persona (cuerpo – psique, inteligencia y voluntad, según Pablo Ferreiro y Manuel Alcázar, en su libro Gobierno de personas en la empresa). Eso fue lo que generó el silencio y curiosidad en Daniel.

Como docentes universitarios se puede hacer y dar mucho a los estudiantes, más allá de los conocimientos técnicos, es decir, el conjunto de habilidades prácticas e instrumentales que permiten la transformación de los conocimientos científicos en acciones que permitan solucionar determinadas necesidades, o la construcción de habilidades duras, que reflejan el conocimiento técnico de un profesional y le ayudan a desempeñar con éxito un trabajo.

El docente universitario puede enseñar a sus estudiantes a ser más reflexivos. ¿Qué significa esto? Enseñar a ser analíticos, a “masticar” la información, a tener un pensamiento sistémico, donde “puedan ver más de allá de lo evidente” y con esto lograr tomar decisiones o elecciones.

En buenas cuentas, a que sean estrategas que abracen el bien personal, sin dejar de lado el bien común. Todo ello sumará hacia su éxito y alcanzarán la plenitud de algo que les preocupa mucho en su presente. Me refiero a su futuro.

¿Qué más se puede hacer como docente universitario? Alentar a los estudiantes a que son capaces, pero desde la humildad, que reconozcan que no siempre podrán solos y que pedir ayuda es también un acto de valentía.

¿Cómo se puede lograr esto? Lo primero es conocerse a sí mismo. Dejar de pensar y empezar a “oírse”. Aquí algunas preguntas que pueden ayudar en esta misión: ¿Quién soy? ¿Cuál es mi propósito? ¿Cuáles son mis virtudes? ¿Qué puedo mejorar y cambiar? ¿Qué he hecho hoy por mí? ¿Soy realmente feliz? Son preguntas simples, pero profundas y vale la pena responderlas, pues este diálogo reflexivo, de hacerse autopreguntas, de hablarse con la verdad y desde el presente ayudará incluso a abandonar y liberarse del pasado y de aquello que nos limita o detiene.

Hace poco Daniel me escribió un correo. Me contó lo que ha alcanzado y sobre sus nuevos proyectos. Él “empezó a ver su valor en todas las dimensiones”, construyó su presente desde el autoconocimiento y está trascendiendo. ¡Es inspirador! Estoy feliz y orgullosa de él. Esto también es ser docente universitario.

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