Carlos Timaná Kure
Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo
El último viernes ocurrió algo que volvió aún más complejo el panorama en Oriente Medio: Israel atacó a Irán. Se trató de un ataque “preventivo” frente al desarrollo del programa nuclear de la potencia chií, que –según fuentes del gobierno israelí– estaba teniendo un éxito considerable en el enriquecimiento de uranio. Ante ello, el gobierno israelí pensó que era necesario detener el desarrollo de un arma nuclear por parte de una nación que –según Israel– “debe ser borrada del mapa”.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha dispuesto una ofensiva en todos los frentes. Apostó por controlar Gaza, diezmar a Hezbolá en el Líbano y avanzar sobre los territorios limítrofes en Siria, para dejar en claro al nuevo gobierno de ese país que no le permitirá constituirse en una amenaza, como lo fue Bashar al-Ássad por años. Ahora se suma una ofensiva aérea sobre Irán que, según declaraciones de Netanyahu, durará lo que sea necesario para acabar con la amenaza nuclear sobre su país.
Israel ha tomado esta decisión amparándose en las débiles respuestas iraníes a las bajas sufridas por los ataques con drones propinados por las fuerzas armadas israelíes contra militares iraníes en distintos países. Hecho que ha dejado en evidencia una limitada capacidad de respuesta militar iraní. Todo parece indicar que Netanyahu decidió aumentar la apuesta en su política de securitización extrema, avanzando en un frente desconocido, donde prefiere intervenir preventivamente y atacar la amenaza que puede desestabilizar la seguridad futura de su país, aún si ello implica atacar material nuclear, algo que no se había hecho antes.
Apostilla: Desde estos renglones le enviamos al senador colombiano Miguel Uribe nuestras oraciones. Que la violencia política no le arrebate a Colombia el futuro que tanto le ha costado construir.