Un tallador desde la cuna

Marcelo Choquehuayta nació artesano y a sus 70 años, continúa dando forma al tradicional sillar arequipeño

Gabriel Centeno Andía

Cuando a don Marcelo le preguntan si se arrepiente de ser artesano, lo piensa un momento. Recuerda las decepciones, lo mucho que le costó montar su taller y todo lo negativo que le dicen sus amigos, pero su respuesta es firme: “No me arrepiento”.

Los constantes regaños de su abuela Isabela, cuando lo veía mojado hasta las rodillas y lleno de barro a los 4 años, no fueron suficientes para hacerlo cambiar de opinión. Marcelo Choquehuayta Villalba, nació en Ayaviri (Puno), en medio de artesanos de barro, así que era inevitable no verlo desde muy niño con las manos ‘rajadas’ y manchadas de lodo.

“Mis primeros juguetes los hice de barro. Tenía animalitos, pelotas y muñequitos con los que me divertía con mis amigos”, recuerda. Pero aquella entretenida experiencia no le duró mucho. A los 7 años tuvo que acompañar a su hermano a la ciudad de Cusco, para apoyarlo en una imprenta. Allí aprendió todo sobre el armado de moldes para impresión.

Cuando cumplió 14 años llegó a Arequipa y también laboró en una imprenta, luego apoyó a otro de sus hermanos que era fotógrafo, repartiendo las fotos que tomaba. Precisamente, cuando iba a entregar un sobre, ‘tropezó’ con unas imágenes de yeso.

“Apenas las vi formadas una detrás de otra, tuve un recuerdo de mi infancia, cuando jugaba en el barro. Ver esas imágenes de animales para los nacimientos, me gustó mucho y aprendí a hacerlas. Fue complicado sostenerse en esa actividad porque siempre se trabajaba con agua y temía afectar mi salud, así que cambie al tallado de la madera lloque hasta que comenzó a escasear”, sostiene.

Marcelo nunca se detuvo e hizo también bisutería. Para entonces ya era un artesano posicionado y contribuyó a la fundación de galería La Comercial (en pleno centro histórico), donde además aprendió —y amó— el tallado de sillar. Hace más de 25 años que se dedica a trabajar y pulir esta piedra volcánica.

“Era mágico ver como la piedra tomaba forma. Como se podía plasmar una imagen con un martillo y cincel. Los productos hechos de sillar, eran muy solicitados en el centro comercial, principalmente por los turistas que buscaban algo tradicional y había mucha demanda por las miniaturas de la ciudad de Arequipa. Antes se hacían de manera rústica pero ahora los acabados son más avanzados”, dice.

El golpe de la pandemia

Hace más de dos años, implementó un taller en Mariano Melgar, para producir grandes cantidades de miniaturas de la ciudad a base de sillar. Su objetivo era satisfacer la demanda que tenía de las tiendas ubicadas en el aeropuerto, terminal terrestre y algunos puestos de La Comercial.

“Pero todo se frustró con la pandemia y mi taller cerró. Las personas que trabajaban conmigo se dedicaron a otras actividades y fue difícil continuar sin turismo. Incluso ahora aún es complicado, pero no se puede dejar de hacer lo que a uno le gusta”, afirma.

Con 70 años, Marcelo pretende dar un nuevo impulso a la artesanía desde su pequeño taller en Mariano Melgar. Actualmente está implementándolo para volver a producir, pero además quiere trabajar en un proyecto de museo itinerante, para que los principales monumentos de la ciudad Blanca —obviamente hechos en sillar—, puedan ser conocidos en todo el país.

“Solo tengo segundo de primaria”, confiesa el artesano que descubrió su vocación a muy corta edad. Lo dice un poco en broma, aunque asegura que le gusta leer. Un poco más serio y cuando le preguntamos, quién es Marcelo, él asegura “Soy arte de nacimiento”.

EL DATO

Si desean adquirir alguna artesanía y apoyar a don Marcelo pueden ubicarlo en el siguiente número 959 316 399.

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