Los días de retiro del mejor titiritero de Arequipa

José Borja Salinas, pasa sus días recordando sus gloriosas funciones. La pandemia le ha quitado muchas cosas, pero no pierde las ganas de mostrar su arte

Kelly Castillo Mamani

“No pensé que iban a posar”, dice José Borja Salinas, dirigiéndose a unos antiguos títeres mientras les limpia el polvo con un plumero de tela. Con más de ochenta años a cuestas, Don José, uno de los titiriteros emblemáticos de Arequipa y quizá uno de los mejores del país, pasa sus días en una modesta casa en Congata (Uchumayo), casi aislado del mundo y lejos de los escenarios, donde incontables veces recibió aplausos por sus bien logradas funciones.

Don “Pepe”, como le dicen afectuosamente sus amigos, tiene más de 40 años de labor y recibió varios reconocimientos. El último fue en marzo de 2017, cuando le otorgaron la distinción de “Personalidad Meritoria de la Cultura”, en reconocimiento a su trayectoria como artista titiritero y a su obra, considerada parte de la tradición cultural de Arequipa; también por su labor como formador de varias generaciones de docentes teatrales.

En 1974, don Pepe funda en Arequipa el grupo de teatro de títeres Paco Yunque, el cual dirigió con maestría.

“Don Pepe es toda una figura”, comenta el director de teatro Hugo Riveros, quien recuerda que su función más emblemática fue La guerra de las estrellas y los erizos de mar, una propuesta muy interesante y que ganó mucha notoriedad en el quehacer de Arequipa.

“Él vivía en el portal de San Agustín y a sus amigos nos invitaba a conversar. Tenía andamios llenos de muñecos, eran sus compañeros, sus hijos y sus herramientas de trabajo. Era mágico estar allí, porque podías ver a sus títeres con sus diferentes expresiones y cada uno con una historia diferente”, comenta Riveros.

Se dice que su puesta, La guerra de las estrellas y los erizos de mar (estrenada a mediados de los 80), se presentó ininterrumpidamente por más de 25 años y fue vista por varias generaciones. En ella, utilizando la técnica de la animación con luz negra, Borja recreaba con destreza y creatividad un mundo submarino que siempre impresionaba a grandes y pequeños.

Esta obra se presentó en el Festival de Teatro en 1987, donde participaron teatristas y aficionados al teatro de europeo. “La función tuvo acogida, tanta, que nos interrumpían con aplausos y al terminar la obra, los mismos no acababan. Mientras nos inclinábamos para agradecer, un amigo que estaba a mi lado me decía bajito, “¿qué hacemos?”, porque no parábamos de dar gracias”, cuenta don Pepe, entre risas.

Con voz pausada y siempre hurgando en su memoria, don Pepe recuerda también, la labor social que hacía en los nosocomios de la ciudad, donde presentaba funciones para niños enfermos. “En una ocasión, presentábamos una obra con Pedrito, el pescador (uno de sus títeres) y escuchamos que un niño gritaba, “¡Pedrito!, ¡Pedrito!, ¡Pedrito!” y no paraba, así que le contesté, “¿sí?” y el niño me dijo, “me esperas, voy a hacer pis”, nos quedamos paralizados hasta que escuchamos el tac, tac, tac de sus zapatos y retomamos”, cuenta con alegría y nostalgia.

Don Pepe conserva algunos títeres en su casa, los busca entre montones de cachivaches que han invadido su morada, pero ni bien los sostiene, inmediatamente introduce la mano dentro de ellos y alza bien su brazo para darles vida. Es más, nos da clases gratuitas.

“Se usan los dedos índice, pulgar y medio. No es mover por mover la mano, como hacen muchos payasos en las fiestas infantiles, hay que hacer movimientos coordinados para que los personajes cobren vida, hay que cuidar la expresión corporal del muñeco”, dice con autoridad.

Un titiritero siempre confecciona sus propios títeres y él no fue la excepción. Explica que al hacerlos, llenaba de aserrín un calcetín y formaba una bola, luego con papel maché (pasta de papel) modelaba la cabeza que debía ser de grosor delgado, para que al manipularlo, no le pese el muñeco.

Antes de la pandemia, don Pepe daba talleres y dirigía algunas funciones. Trató también de formar un elenco en Uchumayo, pero no tuvo éxito. Con la llegada del coronavirus, su vida se tornó monótona y reconoce que al inicio se deprimió, que no tenía interés por nada, pero afirma que lo superó con la ayuda de amigos que lo vistan de vez en cuando y que le han levantado el ánimo.

Ahora, sale en pocas ocasiones y su única compañía, es su fiel Black, un can que lo acompaña en su retiro. “A veces estoy feliz y otras veces deprimido, pero me siento satisfecho de mi vida y de todo lo que hice”, dice.

IMPORTANTE

José Borja se inicia como actor, pero luego en la década del 70, su interés en los títeres lo llevó a participar en un taller del grupo Kusi en Lima, uno de los más representativos del país. Por su desempeño, fue invitado a integrar el elenco con el que hizo varias giras.

EL DATO

Para cualquier contacto, apoyo, clases libres o simplemente una buena conversación sobre el arte de los títeres, pueden comunicarse al teléfono 054-411 149.

 

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