¿Existe una edad para emprender?

Cuando la necesidad por tener ingresos y mantenerse en actividad priman, no hay limitaciones para seguir trabajando

Gabriel Centeno Andía

Estos tres trabajadores independientes decidieron iniciar su propio negocio cuando otros tal vez están pensando en su jubilación. Algunos más humildes que otros, demuestran su gran responsabilidad por salir adelante junto a sus familias.

Mario Turpo Castro, artesano de corazón

Mario nació hace 67 años en el corazón de Arequipa. Creció en la cuna de artesanos de cuero y fierro, en la calle Puente Bolognesi. Desde pequeño se rodeó de ‘maestros’, sus padres lo fueron y prácticamente creció en un ambiente donde se respiraba arte.

En su juventud fue deportista y en algún momento de su vida quiso ser cura, pero no pudo lograrlo, sin embargo, se mantuvo en la línea del arte y la creación. Asegura que hizo las coronas para la Virgen de Chapi, de la Candelaria y de Copacabana. Siempre lo divino tuvo algo que ver con su inspiración.

Fue reconocido por su destreza con el martillo, tenazas y el fogón, pero en los últimos años se distanció de su talento para retomarlo en la época más difícil de su vida: la pandemia. “He vuelto a renacer. La pandemia me alejó de lo malo y me devolvió al arte. Antes de la emergencia llevaba una vida desordenada que hasta me alejó de mi familia”, lamenta en su taller, que a su vez es también su dormitorio.

El taller de Mario se ubica en un local social ubicado en el sector de Villa Paraíso, en el distrito de Cerro Colorado, al lado de una cancha de tierra. Allí guarda algunos marcos de metal repujado, fierro forjado y hasta algunos adornos hechos con latas de leche que remata entre sus vecinos.

Si quieren apoyarlo en su emprendimiento pueden llamar al 665 929 o visitarlo en Villa Paraíso-El Edén (Cerro Colorado), antes de llegar a la vía 54.

Alex Hernández Huicho, el ingeniero de la repostería

Durante varios años, Alex se dedicó a trabajar en metalurgia en el norte del país, principalmente en la actividad minera. Él es un exestudiante de ingeniería metalúrgica porque no se graduó y esto es algo que aún tiene pendiente, aunque a veces duda de lograrlo.

Y es que hace 5 años, cuando estuvo sin empleo, aprendió el arte de la repostería y es muy bueno en eso. Lo que empezó como un ‘cachuelo’ en ese momento de inactividad, ahora le permitió mantener a su familia en los peores momentos de la pandemia.

Lo que aprendió por su cuenta lo llevó a ser empleado en algunas pastelerías. Incluso actualmente trabaja en una pero su sueño es tener su propio local.

“Aún estamos buscando un nombre con mi familia, pero ya estamos preparando algunos pasteles en casa. Varios vecinos nos conocen y nos piden tortas para sus fechas especiales”; revela desde su casa, que se transforma poco a poco en una pequeña pastelería.

Pero no solo Alex está involucrado. Sus dos hijos y su esposa Elsa también y ‘meten mano’ al negocio familiar. Alejandro, el mayor de sus hijos, es un experto panadero a sus 14 años y Antonella es especialista decorando pasteles con 12.

“Nunca es tarde para empezar, se trata de ponerle ganas y apostar por una actividad que te apasione. Tal vez ya no regresaré a la ingeniería, pero lo que hago ahora me gusta y espero mantenerme junto a mi familia”, asegura a sus 50 años.

Quienes quieran probar la sazón de un ingeniero, pueden llamarlo al 959 988 532. Su principal distrito de atención es Cerro Colorado, pero previa coordinación puede llegar a los demás.

Esteban Valencia Prieto, el tejedor de ilusiones

Don Esteban vive en el sector de San Isidro zona C, en el distrito de Mollebaya. Es un lugar de difícil acceso, ahora vive solo pues enviudó hace 10 años. Luego de perder a su esposa su salud se complicó sin embargo se encuentra estable y vital.

A él le gusta tejer y con más de 80 años lo hace muy bien, y quiere seguir produciendo para generar ingresos que le permitan sostenerse. Tiene una hija, pero no vive con él. Hace algunos meses fue ubicado por la organización Corazones Mestizos quienes lo ayudan con la venta de sus mantitas y además se encargan de su cuidado.

No recuerda muy bien cómo es que empezó a tejer, pero sí sabe que fue su madre quien era muy hábil con las agujas y la lana. “Ella hasta hilaba y me gustaba ver cómo giraba la pushka (herramienta de madera que se usa para obtener el hilo de una fibra textil). Yo me quedaba prendido al giro y era lo que más me gustaba”, sostiene.

Casi toda su vida se dedicó a la agricultura y así conoció a su pareja, formando su familia. Pero Esteban además guarda un tesoro. Ha coleccionado decenas de billetes antiguos que guarda en su humilde vivienda y en algún momento de la pandemia estuvo tentado a poner a la venta. Para adquirir una mantita de lana o algún adorno de lana, pueden llamar al 917 806 431. También pueden canalizar alguna ayuda por ese contacto.

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