El lenguaje que nace del corazón

Convivir con sus padres sordos lo motivó a crear LARA, una escuela de lenguaje de señas que fomenta la inclusión social.

Gabriel Centeno Andía

Antes de leer y escribir, Esteban Ramírez aprendió el lenguaje de señas. A los 3 años de edad era fundamental para él comunicar a sus padres todo lo que sentía y necesitaba, más aún cuando ellos no lo podían oír. Él y sus 4 hermanos tuvieron que ingeniárselas para hablar con sus papás cuando eran pequeños, aunque luego y a medida que crecían, fueron sus padres quienes les enseñaron nuevas señas para hacer más efectiva la comunicación.

La mamá de Esteban le ha confesado que fue muy duro insertar a sus hijos en el mundo del lenguaje de señas. Había mucha frustración y a veces llanto, pero todo se volvió más fácil con los años. Esteban asegura que no podía ser de otra manera pues se trataba de un lenguaje que salía del corazón.

“Cuando estaba en el colegio acompañaba a mi papá a las reuniones de la Apafa. Obviamente lo hacía para ser el intérprete en esas citaciones donde hablaban de cosas que a esa edad yo no entendía. Me acuerdo que en lugar de hacer la seña de Apafa hacía la de alfalfa y mi papá ponía su rostro de confusión porque no entendía qué tenía que ver la alfalfa en una decisión del colegio”, cuenta entre risas Esteban.

Pero a medida que crecía se hacía más fácil y se volvió un experto. Ya no solo acompañaba a su padre a las reuniones del colegio, sino al banco, al notario u otra institución para realizar un trámite. “Incluso los amigos de mi papá [también sordos] le decían, préstame a tu hijo porque necesito gestionar algunas cosas”, recuerda con nostalgia.

De esas experiencias surgió la idea de hacer algo para fomentar la inclusión de las personas con problemas auditivos. Por eso hace 6 años implementó la primera escuela que se habilitó en la cochera de una iglesia. Ahí estuvo 3 años y pudo adiestrar a por lo menos 150 [personas.

“Cumplimos nuestro objetivo en la iglesia y nos trasladamos a un local más amplio para tener más horarios y también generar más ingresos. Afortunadamente todo nos fue bien y ahora seguimos enseñando con un grupo de voluntarios”, asegura convencido de que fue la mejor decisión.

Cuando tuvo que elegir el nombre de la escuela no lo dudo. Debía llamarse Lara que corresponde a las iniciales del nombre completo de su padre: Luis Alberto Ramírez Arellán. “Qué mejor nombre que el de mi papá quien me enseñó todo sobre este mundo de las señas”, sostiene.

Lo que actualmente hacen en Lara es enseñar a personas oyentes el lenguaje de señas, voluntariado para ayudar en sus clases a los niños sordos y también interpretación en eventos o cursos. Pronto lanzarán su página web para que los interesados puedan descargar sus cursos. 

En los últimos 3 años el interés por aprender el lenguaje de señas creció considerablemente. En 2018 tuvieron 200 alumnos, en 2019 llegaron a 400 y en lo que va del presente año 700 personas lograron aprenderlo y no solo en Arequipa sino en diferentes ciudades del país. “Creo que las clases presenciales eran una limitación, pero ahora que son virtuales [por la pandemia] hubo una mayor demanda. Lo interesante es que el 98% de alumnos no tiene un familiar con alguna discapacidad y solo el 2% tiene un hijo o pariente sordo, lo que nos motiva a seguir porque estamos logrando el objetivo de inclusión social”, dice reconfortado.

A la seña grill

Un nuevo emprendimiento que espera hacer realidad el próximo año junto a uno de sus hermanos, es abrir un restaurante inclusivo que tenga como colaboradores a personas sordas para brindar una experiencia distinta a los clientes y puedan aprender este lenguaje de una manera más práctica. 

“Hay muchos jóvenes sordos que necesitan empleo, pero no tienen oportunidad, por eso pensamos con mi hermano que es chef, abrir un local de parrillas que se llamará ‘A la seña grill’, porque pensamos que es una forma diferente de aprender este lenguaje”, asegura convencido de esta nueva iniciativa que solo busca la inclusión en la sociedad de más personas como sus padres.

DATO

El nivel básico del lenguaje de señas se puede aprender en un mes y medio, según el método de Lara.

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