El ingeniero de los helados

Leonardo Huamán, cada día recorre las calles de Arequipa para aplacar el calor de los peatones.

Gabriel Centeno Andía

El apodo puesto por un grupo de estudiantes del colegio Internacional en Yanahuara, se ha convertido en un título para Leonardo Huamán Ttacca. Él no estudió ingeniería, pero es conocido y se presenta, como el ingeniero heladero de la Antiquilla.

Leonardo a sus 65 años, ha dedicado casi toda su vida a la elaboración de este postre (desde que tenía 25), un oficio heredado por su hermano menor Gregorio y que le sirvió para mantenerse y educar a sus hijos cuando vino a Arequipa, desde su natal Ayaviri en Puno.

Julia, su madre, fue quien envió al ‘inge’ y a sus otros hijos a la ciudad Blanca, para que estudien y tengan más oportunidades, pues eran de bajos recursos económicos; Leonardo laboró en diferentes rubros para sostenerse, como construcción, panadería, ferretería, y soldadura, pero la venta de helados fue lo que más se acomodó a él y lo que más disfrutaba. 

Una difícil elaboración

Leonardo guarda con recelo la receta de sus postres de lúcuma, papaya arequipeña, guayaba y chocolate, solo nos menciona que usa mucha pulpa de fruta y, sobre todo, mucho cariño. De forma religiosa, acude todos los días a las cuatro de la tarde, a una fábrica que alquila por horas para elaborar sus productos, normalmente está dos o tres horas, de acuerdo a la cantidad que desea preparar, luego lo lleva a su casa para venderlo desde las siete de la mañana en la zona de Pampita Zeballos.

Su trabajo es itinerante. No solo se estaciona en un lugar para ofrecer su producto, camina junto a su carrito anaranjado cerca a los centros comerciales de la Av. Ejército y cruza la frontera de Yanahuara hasta Cayma, pregonando los sabores de su producto para aplacar el calor de estos días, aunque también es común verlo en la calle Pampita Zeballos 219.

Antes de la pandemia, concurría por las inmediaciones de los colegios y en los recreos, sus helados eran pasados por las rejas de las instituciones para el deleite de los escolares. Algunos, más traviesos, solían arrebatarle algunos conos. Pobre de aquel ‘chibolo’ que era alcanzado por el ‘inge’, pues recibía ‘su cariño’.

“Si pues había que darle su cariño a los más traviesos”, dice riéndose. Pese a esas anécdotas, ahora es tal vez uno de los más emocionados y espera la pronta reapertura de los centros educativos.

Pese a que ama el oficio, el esfuerzo para la elaboración y la venta, le pesan al ‘inge’, quien está pensando jubilarse. “El cuerpo ya no resiste, se necesita esfuerzo y tengo dolencias, y malestar”, asegura.

Pero hasta que eso pase, Leonardo, el ‘inge’, continuará recorriendo las calles con su carretilla naranja, su colorida sombrilla y con la intención de refrescar a los ciudadanos. Eso sí, todos los helados “salen con yapa”, promete.

Salir de la versión móvil