Deysi Pari
En algunos sectores de Puno sucede algo paradójico. Las mujeres y hombres que han logrado un nivel educativo superior, como terminar la educación básica regular o culminar una carrera técnica, no perciben ingresos económicos que correspondan a su formación. Y quienes tienen un nivel educativo inferior han llegado a ganar más dinero.
“Los resultados de nuestra investigación demuestran que no se da lo esperado. Los niveles educativos no le permiten tanto al hombre y a la mujer (de las zonas estudiadas), tener una ocupación con mayor ingreso”, explica la economista y profesora del Departamento de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Católica San Pablo (UCSP), Lieslie Gallegos Arias.
Ella, junto al psicólogo y docente del Departamento de Psicología de la UCSP, Carlos Rivera Calcina, realizaron la investigación “Traslación socioeconómica en el Altiplano peruano”. Con la indagación, buscaron determinar si el hecho de que una persona ascienda o descienda socioeconómicamente está ligado a sus orígenes o a sus padres. Esto se conoce como la teoría de la movilidad social. Para realizar la pesquisa tomaron como muestra a hogares de la sierra rural y sierra urbana de las provincias de Melgar y Carabaya en la región Puno.
El docente Carlos Rivera Calcina detalló que se trata de una investigación mixta, pues para estudiar los casos se tomaron en cuenta indicadores como el sexo, la edad, los años de educación de los padres, la ocupación y los ingresos económicos. Además, se realizaron grupos focales para conocer cómo piensan los ciudadanos respecto a este tema.
De esta forma, se pudo determinar si existe una correspondencia entre la educación, la actividad económica y el ingreso.
Personas con menor educación ganan más
La docente Lieslie Gallegos señala que este hecho se da por el contexto en el que se desenvuelven estas personas.
Como ocurre en todo el Perú, el nivel de informalidad laboral es alto y en el Altiplano lo es aún más, supera el 90 %. Por eso, las personas que se dedican a actividades como la minería informal, construcción o servicios y que no requieren de formación educativa, han llegado a tener mayores ingresos que los que sí pudieron estudiar.
Gallegos sostiene que quienes accedieron a una educación superior, normalmente siguieron carreras relacionadas al sector agropecuario. Pero al no haber suficiente desarrollo productivo en la región, no hay un ámbito profesional en el cual puedan desarrollarse. Según el estudio, más del 90 % de la población de estas zonas se dedica a la agricultura, servicios y comercio.
“Si es un técnico agropecuario tiene menores ingresos que una persona que trabaja en la minería informal”, explica. Si el joven estudió en un instituto pedagógico, al no encontrar un puesto de docente, opta por dedicarse a otra labor como el transporte público, entre otros oficios menores.
Esto genera, según la docente, una percepción negativa de los padres hacia el estudio. Ven que aún teniendo una educación superior esto no se refleja en mejores ingresos. “Se produce un letargo en el incentivo hacia el estudio y eso provoca una inamovilidad social”, explicó Gallegos.
Por ello, una de las conclusiones del estudio es que la inamovilidad social es crónica en el Altiplano peruano, lo cual no permite que haya ascenso en el nivel socioeconómico.
LO DIJO
El psicólogo Carlos Rivera sostuvo que dentro de todo este contexto, también pueden darse casos de jóvenes con mayores habilidades que acuden a estudiar una carrera técnica o universitaria. “No solo depende de cuánto lo apoyen los padres, sino de cuánto este hijo aproveche esas oportunidades”, mencionó.
El nivel educativo del padre influye, pero el de la madre no
Otro de los resultados más resaltantes de la investigación es que la educación alcanzada por el padre de familia, quien mayoritariamente es el jefe de hogar, sí repercute en la educación y la movilidad social del hijo o hija.
El docente Carlos Rivera explicó que es más probable que el hijo tenga el mismo nivel educativo que el padre o incluso uno superior. Y se da un escenario especial para el caso de la hija: quien tiene el efecto sobre ella, solo es el padre.
Así la madre de familia haya alcanzado un nivel educativo superior, este factor no tiene incidencia en sus hijos.
“Lo que sucede es que en el Perú, mayormente, quien pesa como jefe de hogar es el padre, y en el medio rural ocurre así. Por eso, el hombre es quien llega a tener mayor educación”, señaló el docente.
También se investigó el medio. Rivera explicó que aquellas mujeres que viven en la sierra urbana tienen más probabilidades de salir de la pobreza y acceder a más oportunidades educativas que los varones de la sierra rural.
Preferencia por los hijos varones
De acuerdo a los datos estudiados, también se evidenció que los padres prefieren apoyar a los hijos varones para alcanzar una educación superior. “Esto ocurre porque ellos consideran que es el hijo quien tendrá que afrontar el sostenimiento de una familia o que debería generar los ingresos”, explicó la docente Lieslie Gallegos.
Esta situación conlleva a que las hijas tengan que dedicarse a la crianza y cuidado de animales menores, así como a las actividades del hogar. Por eso, las mujeres que viven en el área rural, no tienen la posibilidad de recibir mayor educación que el varón.
El docente Carlos Rivera refiere que en el caso de los hogares que sí envían a sus hijas a los centros educativos, se da la situación de inasistencia. Se trata de niñas que hacen la primaria, pero con muchas faltas.
“Muchas de ellas ya no llegan a la secundaria, porque hay menos seguimiento”, refirió.
Algunas familias piensan muy diferente
En las entrevistas focales desarrolladas con un grupo de familias, encontraron algunos casos de jefes de familia que se mostraron a favor de romper el patriarcado. Consideran que la mujer es quien debería educarse, porque es ella quien acompaña a los hijos, mientras el hombre sale a trabajar.
La mujer no solo se queda en casa, sino que se dedica a la crianza de animales menores como ovejas y gallinas. Con eso enfrenta las comidas, y si tiene ganado sale a las ferias comunales y vende sus productos. Además, ve sus tierras y otras actividades agrícolas.
Gallegos resaltó que un pensamiento así puede significar el cambio sociocultural en esta zona del país.
Conclusión
Por todo lo antes mencionado, la investigación de los docentes concluye en que no se produce la traslación socieconómica en las zonas del Altiplano que fueron materia de estudio. Las nuevas generaciones no se están superando.
El nivel educativo no corresponde con el nivel de ingresos y con la actividad económica. “Esto es negativo en el sentido de que las familias considerarían que no es ‘productivo’ seguir estudiando”, remarcó la docente Lieslie Gallegos.
Y un efecto de esta situación es la migración. Al no tener mayores posibilidades en sus zonas de origen, los más jóvenes terminan saliendo a otras ciudades.
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