Deysi Pari
Cada año, la ciudad de Puno, en el sur del Perú, se convierte en el epicentro de una de las manifestaciones más significativas del país: la Fiesta de la Virgen de la Candelaria.
Declarada en 2014 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, esta celebración no solamente es una expresión de fervor religioso, sino también una manifestación vibrante de la identidad cultural de la región, que fusiona tradiciones católicas con elementos profundamente arraigados en la cosmovisión andina.
El día central es el 2 de febrero y se inicia a las 10:00 horas con una misa de fiesta, desde el mediodía se da paso a la veneración de la imagen y a las 15:00 horas comienza la procesión de la Virgen de la Candelaria por las principales calles de la ciudad. El concurso de danzas originarias se realiza el 1 y 2 de febrero y el de trajes de luces, el 9 de febrero.
Danzantes de todas partes del Perú y el mundo
“Cuando uno está delante de la Virgen es como estar delante de una madre que te llena de amor, pero también te invita a la reflexión”, dice Luis Diego Huarachi, antiguo alumno de la carrera de Derecho de la Universidad Católica San Pablo (UCSP).
Él participó en la festividad desde 2012 hasta 2019, asistió a las misas y bailó morenada y caporales en dos grupos de danzas.
Para Luis Diego, participar en la fiesta de la Candelaria no involucra sólo danzar, es sobre todo una demostración de fe y hay que sentir ese llamado a la reflexión para que en la vida se hagan bien las cosas.
Luis viajó durante todos esos años a Puno, así como miles de danzarines lo hacen desde distintos puntos del país. Van desde Arequipa, Cusco, Tacna, Moquegua, Lima e incluso desde el extranjero.
Rómulo Sotelo, actual trabajador de la UCSP, también fue parte de esta festividad. Danzó en un grupo de caporales y cuenta que durante los tres años que asistió, pudo ver a gente de todo el Perú cumpliendo su promesa.
Flor Llerena, antigua alumna de la carrera de Psicología de la UCSP, quien baila en un grupo de caporales, vivirá esa nueva experiencia este año.
Después de mucha preparación, participará por primera vez en el concurso de danzas que este año será en el estadio de la Universidad Nacional del Altiplano (UNA). Con toda esta expectativa, tiene la emoción a flor de piel.
Entre los bailarines hay una creencia: si llueve mientras bailan, es que la Virgen ha derramado su bendición sobre ellos, dice Luis Diego.
“Llegar al final (de la parada folclórica) con lluvia es algo gratificante, y es que la Virgen nos ha recibido con amor y nos ha despedido con su bendición”, dice Luis para dar a conocer cómo viven los bailarines esta festividad internamente.

Una ardua preparación
Uno de los momentos más esperados de la festividad es el concurso de danzas, en el que participan miles de bailarines y músicos.
Rómulo Sotelo comenzó a bailar caporales en 2012, por invitación de un amigo en Arequipa, en el Centro Cultural Andino. En 2014 viajó a Puno y por primera vez participó en el concurso oficiado en el estadio Enrique Torres Belón.
Una de sus inspiraciones fue su padre, quien durante su juventud bailó la danza de la kullawada y le transmitió su fe en la Virgen de la Candelaria. “Se siente una emoción muy grande al bailar frente a la Virgen, es muy bonita”, comenta Rómulo.
En 2015 repitió la experiencia en el estadio y en el pasacalle que se hacía frente al mismo. En 2016 no pudo bailar en el estadio, pero acompañó a su agrupación en la parada como apoyo.
Luis Diego Huarachi, antiguo alumno de Derecho de la San Pablo, también contó su experiencia y cómo su abuelo, nacido en Puno, fue una inspiración para participar, ya que siempre le hablaba de esta celebración.
Años más tarde viajó y vivió la festividad como espectador, eso lo motivó a participar en 2012. “Cuando pasé por la iglesia de San Juan, donde está la Virgen, le pedí con mucha devoción por mi familia”, cuenta Luis.
Meses más tarde, atravesó por un problema de salud. Luis dice que si no hubiera bailado ese año, no hubiera identificado esa situación. Pudo someterse a un tratamiento de la enfermedad a tiempo. “A Dios gracias, me di cuenta y agradecí mucho a la Virgen y mantuve mi promesa de bailar por 3 años”, comenta.
De 2012 a 2014 fue danzante de morenada en la Asociación Morenada del Barrio Porteño. En 2015 decidió bailar en Caporales Centralistas y, justo ese año, la agrupación obtuvo el título de campeón de campeones en el concurso de danzas mestizas. Luego retornó al grupo de morenada y, durante este tiempo, Luis también asumió la coordinación de la Filial Arequipa.
Luis dice que en todo momento, mientras danzaban, ofrecieron su trabajo y preparación física y mental a la Virgen.
Flor Llerena, antigua alumna de Psicología de la San Pablo está a punto de vivir toda esta experiencia. Ella lleva bailando tres años en Arequipa y, tras mucha preparación, este año participará en la Candelaria.
Sus compañeros le contaron las razones por las cuales danzan y por qué siempre tienen en sus pensamientos encomendarse a la Virgen. “Poco a poco me han acercado a conocer más sobre esta fe y devoción”, compartió.
Ella tuvo dudas antes de viajar hasta Puno, pero “dejó en manos de la Virgen” su participación. En 2024, no pudo asistir porque varios asuntos familiares y laborales no se lo permitieron. “Este año, le pedí lo mismo. Si tú quieres, yo bailo”, dice Flor.

La música en la festividad de la Candelaria
La música ocupa un lugar central en la Fiesta de la Virgen de la Candelaria. Según el músico y director de la Orquesta Filarmónica Juvenil de la UCSP, Augusto Vera Béjar, la música puneña tiene una historia ancestral que ha ido evolucionando sin perder su esencia.
Los instrumentos autóctonos como la zampoña, la tarka y los pinquillos, todos aerófonos de madera, han sido parte de la tradición durante siglos. Es importante señalar que muchos de estos instrumentos llegaron a la región mucho antes de la conquista, como el ziku o la tarka, mientras que los aerófonos de metal fueron introducidos en la época colonial.
Las melodías, que a menudo se caracterizan por su ritmo sincopado y su carácter colectivo, se desarrollan a partir de un proceso espontáneo. Los sikuris, dice Vera Béjar, se reúnen al llamado de los bombos y, a través de la colaboración de todos, crean una melodía colectiva que se va tejiendo durante horas. Esta improvisación, según Vera Béjar, refleja la creatividad colectiva de los músicos, quienes logran la creación de una armonía única.

Crédito: Cortesía de Bengi Pancca
Transformación
Vera destaca que, a lo largo de los años, las danzas han tenido una transformación, pero no de fondo sino de forma.
Por ejemplo, comentó que la diablada puneña, al inicio, era un ritmo con raíces en los sikuris. Con el tiempo, la diablada se ha modernizado, integrando nuevos ritmos, instrumentos metálicos y una coreografía más vistosa y saltarina, que le ha permitido ganar popularidad.
Lo que hace aún más significativa la Fiesta de la Virgen de la Candelaria es su capacidad para fortalecer el sentido de comunidad y continuidad cultural. A lo largo de los años, las generaciones más jóvenes se han involucrado activamente en los ensayos y talleres de artesanía, donde no solamente aprenden a confeccionar trajes y máscaras, sino también a tocar los instrumentos y bailar las danzas tradicionales.
EL DATO
Según el titular de la Dirección Regional de Comercio Exterior y Turismo (Dircetur), Reynaldo Yucra, la festividad podría generar un impacto económico superior a los 100 millones de soles.
Entre tanto, se estima que podría concitar la llegada de 380 mil turistas.
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