La vida y sacrificios de los jockeys del turf arequipeño

De los 20 jinetes que había, entre profesionales y aprendices, hoy solo quedan tres, pero no pierden la esperanza de volver a correr

Juan Pablo Olivares

El hipódromo Arequipa (ubicado en el distrito de Cerro Colorado), continúa vacío, descuidado y abandonado; sin embargo, el movimiento en las caballerizas comienza a las seis de la mañana.

A pesar que, hay casi cuarenta caballos y tres preparadores, la rutina es la de todos los días: el vareo y la preparación de los animales y mientras tanto, Adrián Choque Navarrete (25) —el único jinete disponible—, se alista para galopar a los 25 equinos elegidos para trabajar.

Adrián hace eso todos los días; lo hace por pasión a la hípica, la misma que nació cuando tuvo 11 años de edad y, sobre todo, porque los caballos necesitan estar —siempre— en buena forma. “Cuando el caballo no sale a galopar, no realiza ningún tipo de trabajo y permanece en su corral, puede sufrir de cólicos y estrés”, puntualiza.

Lo hace también, porque debido a la crisis por la que atraviesa la hípica arequipeña, muchos de sus colegas abandonaron el oficio y se dedicaron a otras labores.

Ahora se ‘recursea’

Este es el caso de Alonso Segura (48), un jockey de gran trayectoria y experiencia, que empezó en el mundo del turf (carreras de caballos) en 1992. En su carrera de más de treinta años, logró ganar siete Gran Derbys del Sur, el clásico más importante de la hípica arequipeña; sin embargo, hoy lamenta la situación que atraviesa la hípica en Arequipa y el abandono en el que se encuentran los jinetes.

“Ante esta crisis, pienso tentar suerte en el hipódromo de Monterrico, a pesar de que mi edad juega en contra. Por eso trabajo en un negocio que puse con mi familia y me ‘recurseo’ haciendo el servicio de taxi”, cuenta.

Trabajo y sacrificio

El jinete pasa sus días, marcados por una rutina que cobra sentido cuando cruzan el disco. El sacrificio, entrenamiento, la falta de dinero y las dietas estrictas, son alimentadas y saciadas con un solo objetivo: llegar a convertirse en jockey profesional.

Como Adrián, muchos jóvenes empiezan su vínculo a temprana edad. El jinete de 25 años, empezó a correr a los 15 y una vez en carrera, se sometió a un arduo entrenamiento de aprendiz para luego convertirse en profesional.

“Aprendí a montar a los 11 años. Jinetes experimentados como Eugenio Quispe y Nicomedes Cerdán, me enseñaron y luego debuté a en el hipódromo Arequipa, y tuve que ganar más de cincuenta carreras para lograr ser un profesional”, recuerda.

La balanza que no perdona

Ser jinete, es más que montar un caballo. Las reglas de altura y peso son precisas: ni un gramo ni centímetro más. Para la mayoría de ellos, mantener un peso bajo es una lucha constante. Estos pequeños jockeys no deben pesar más de 54 kilos ni medir más de 1.60 metros y deben tener la fuerza y destreza, para dominar a un animal de más de 450 kilos, que corre a más de 70 kilómetros por hora.

“Nosotros debemos comer cinco veces al día y tener una alimentación balanceada. Tenemos que evitar las grasas y hacer mucho ejercicio, pero por la falta de apoyo y dinero eso no se da”, lamenta.

Adrián Choque, confiesa que estuvo muy cerca de retirarse, luego de que una caída del caballo Chispiao, le provocara la fractura de costillas. Estuvo ‘de para’ más de medio año y en ese tiempo, descuidó su alimentación. Pesó 64, hoy tiene 60 y lucha por llegar al ideal de 54 kilos. “Espero bajar de peso para volver a correr, tengo la esperanza de que vuelvan las carreras y la hípica arequipeña se reactive”, confiesa.

Sin respaldo ni apoyo

En Arequipa, el Jockey Club, nunca se hizo responsable de lo jockeys, peor aún, en sus mejores años, los hacían firmar un documento donde ellos eran los únicos responsables de su integridad física. No cuentan con ningún tipo de seguro ni otros beneficios sociales.

Actualmente, los trabajos que realizan en el hipódromo Arequipa, son pagados por los propietarios de los caballos.

La crisis de la hípica arequipeña, parece ser crítica. La falta de caballada y la ausencia de jinetes profesionales y aprendices, así como la reciente muerte del jinete Nicomedes Cerdán quien, a sus 74 años de edad, buscaba batir el récord del jinete más longevo en actividad (sobrevivió sus últimos años de la caridad y propinas de los preparadores y propietarios de caballos), hace pensar que, el hipódromo Arequipa tendrá su peor final.

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