Juvenal Briceño, el futbolista que decidió vivir

El exdelantero perdió una pierna y fue capaz de sobreponerse. Hoy dirige una escuela de fútbol en EE. UU.

Juan Pablo Olivares

En 1991, a los 25 años de edad, Juvenal Briceño (el entonces jugador de Sporting Cristal y una de las promesas del fútbol peruano), sufrió un accidente de moto que terminó con su carrera futbolística y casi con su vida.

La vida de Briceño dio un giro de 180 grados. El accidente —si bien no cobró ninguna vida— cambió el futuro del entonces joven futbolista arequipeño.

Trágico accidente

Fue un lunes en Arequipa, un día después de jugar el partido ante el FBC Melgar por el Torneo Descentralizado. Juvenal pidió permiso para quedarse. Quería pasar tiempo con la familia, los amigos y dejar una encomienda a la familia de Elvis Neyra, amigo y futbolista que jugaba en el Deportivo Municipal. Fue entonces que tomaría una decisión que le cambiaría la vida.

“Me dirigía en la moto de mi hermano a Zamácola, lugar donde vivía la familia de Elvis. Cuando estaba cerca al aeropuerto, me cerró un bus de servicio público y por no chocar contra el vehículo ni frenar bruscamente, me estrellé contra un poste”, recuerda.

Briceño, fue atendido en la clínica San Juan de Dios, pero su pierna estaba afectada. Su pronóstico era reservado, hubo esperanza que de que salga bien librado, sin embargo, el caso de Briceño se complicó cada vez más.

Después de dos días y más de diez operaciones para intentar salvar su extremidad inferior, le amputaron la pierna. “Recuerdo lo que me pasó, pero no lo hago todo el tiempo ni estoy lamentándome de lo sucedido. Soy de los que no anda victimizándose, acepté la realidad y salí adelante. Quería vivir”, asegura.

Carrera prometedora

La carrera de Briceño fue meteórica, como si hubiese sabido que sus días en las canchas serían pocos. Todo comenzó en 1984, con solo 18 años de edad, llegó al fútbol profesional defendiendo la casaquilla del equipo de sus amores: el FBC Melgar.

Vistió los colores rojo y negro las temporadas 84, 85 y 86; salió goleador del torneo el último año; tuvo el privilegio de jugar con los campeones del 81 (eran sus ídolos y aprendió mucho de ellos); debutó ante el Alfonso Ugarte de Puno y anotó un gol.

Las buenas campañas con el equipo ‘dominó’, fueron suficientes para que sea fichado por Universitario de Deportes para tres temporadas (86, 87, 89). Su nueva etapa en el equipo de la capital fue más que complicada, sin embargo, con 21 años, salió campeón en 1987 y en los tres años que vistió la crema, anotó más de 40 goles.

“No conocía a nadie en la ‘U’ y había jugadores con experiencia que siempre estaban en la selección, pero me hice un espacio en el equipo y me gané el cariño y respeto de la hinchada”, asegura.

En 1990 regresa al FBC Melgar, pero su estadía en Arequipa fue muy corta. Al año siguiente su destino fue Sporting Cristal. Su etapa en el equipo rimense fue diferente, ya no jugaba como delantero sino como volante, situación que lo llevó a anotar pocos goles (siete en total), pero se convirtió en uno de los mejores volantes del torneo.

Jugando su octavo año en el fútbol profesional, Briceño se sentía más maduro y en su mejor nivel futbolístico. Fue campeón con Cristal y tenía prácticamente todo arreglado para jugar en el extranjero, en un equipo belga, pero el accidente en moto se cruzó en su camino.

Volver a empezar

Desde ese momento, el joven futbolista tuvo que aprender a tener una vida normal y adaptarse a las nuevas opciones para volver a caminar. Briceño realizó una rehabilitación y empezó a usar una prótesis. Al comienzo fue difícil, muy triste, pero con el apoyo de su familia salió adelante.

Decidió incursionar en la confección de ropa deportiva; compró máquinas de coser y empezó a trabajar. También fue entrenador de fútbol de menores, “Empecé a trabajar en las divisiones menores del Sporting Cristal y luego abrí mi escuela de fútbol en Arequipa”, puntualiza.

Hoy, Juvenal Briceño, radica en EE.UU. Trabaja en las mañanas en una empresa privada y por las tardes en una escuela de fútbol. Dice que aún le cuesta aprender el inglés y espera un día volver a Arequipa.

También pide a Dios, le otorgue la oportunidad de transmitir su vivencia y servir a los demás, especialmente a los jóvenes que sueñan con ser futbolistas.

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