Juan Pablo Olivares
Diego Alache Gonzáles, tomó una de esas decisiones que marcan la personalidad y la carrera de un deportista: eligió el baloncesto en lugar del fútbol, su deporte favorito hasta ese entonces. Empezó a jugar al básquet desde muy pequeño y a entrenar todos los días.
Aprendió a botear con ambas manos, a tener la postura y movimientos correctos, dominar la técnica y también se instruyó respecto a las posiciones y funciones de cada puesto.
El pívot, de 1,97 m de estatura, descubrió que el básquet era todo un desafío deportivo, una provocación para crecer y aprender. Sintió que era un paso importante en su vida. “Descubrí que este deporte es más dinámico que el fútbol y donde todos los jugadores participan. Es mucho más emocionante”, asegura.
Así, su camino en este deporte se dio a mucha velocidad. Alache, destacó en los juegos Adecoa, campeonatos nacionales e integró la selección nacional en campeonatos sudamericanos en la categoría sub-15 y sub-19.
Etapa universitaria
Gracias a sus logros y condiciones para el baloncesto, ingresó a la Universidad Católica San Pablo, como deportista destacado, a la carrera de Ingeniería Industrial y formó parte del Programa Deportivo de Alta Competencia (Prodac). Además, integra la selección de básquet.
Con el equipo de la San Pablo, disputa los Juegos Deportivos Universitarios y tiene un rol protagónico con gran opción de clasificar al Macrorregional y a los Juegos Nacionales del próximo año. “El plan es superar la campaña del año pasado (medalla de bronce) y conseguir por primera vez el título nacional universitario”, afirma.
El basquetbolista es consciente de la gran oportunidad que tiene de trascender en el baloncesto, gracias a la experiencia obtenida y el alto nivel que muestra en las competencias. Esta vez, está seguro de que no sólo puede dar un paso sino, un salto adelante.
“Diego es un gran jugador y ser humano. Sabe lanzar y es muy versátil. Es un jugador aguerrido”, explica Willy Werner, su entrenador.
Talento innato
La historia de Diego Alache es una de esas de éxito anunciado. De niño practicaba el fútbol, hasta que un entrenador le vio condiciones para el básquet y comprendió que debía cambiar de deporte. El giro lo llevó a ser uno de los mejores de su colegio San José y del baloncesto arequipeño.
Con el equipo de la San Pablo, su evolución ha sido constante. Tiene un promedio de 15 anotaciones por partido y de 8 a 10 rebotes. Es un jugador polifuncional y técnicamente, tiene mucho talento para generar ventaja en el campo.
“Diego, sabe jugar sin balón, tiene visión en defensa. Es uno de los que ordena el equipo y es muy versátil, no sólo puede jugar de pívot, también lo hace de alero y además posee mucha garra”, dice con firmeza su entrenador.
También destacó su tranquilidad y naturalidad para afrontar los retos, esa madurez que no es propia de su edad, y que asuma con responsabilidad la posición de pívot, compitiendo a un nivel superior del que es capaz.
Aunque las cosas han de ir paso a paso, Diego de 22 años de edad y con el dorsal número 7, no sólo quiere tener controlados la defensa y el ataque de su equipo, sino lograr ser uno de los mejores a nivel universitario y algún día, volver a la selección nacional. Por ahora, sus compañeros están tranquilos en sus manos.
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