Juan Pablo Olivares
Carlos Monroy Coacalla tiene casi cuarenta años y tiene dificultad para poder caminar y hablar. Perdió estas capacidades a los 2 años de edad, por culpa de una septicemia. Pasó gran parte de su niñez tendido en una cama de hospital en estado de coma, acompañado del amor de sus padres que nunca perdieron la fe en su recuperación.
Lo llevaron al Hospital del Niño en Lima y ahí lo intervinieron quirúrgicamente. Su papá Carlos, dice que luego de la operación le entregaron a su hijo casi muerto, pero con su sacrificio, el de su esposa y toda la familia, pudieron salvarlo.
“Fue un verdadero milagro, pasamos momentos muy difíciles, pero gracias a Dios tenemos a nuestro hijo con nosotros”, dice su padre.
Carlos, ejerció a la vez de padre, compañero y enfermero. Se hicieron cómplices y tejieron un vínculo especial, único, del que uno se percata al verlos y escucharlos hablar.
Condiciones para el atletismo
Durante la operación tuvieron que extraerle medio metro del intestino delgado. Años después, Carlos, nacido en Juliaca, llegó a radicar en Arequipa, estudió en el colegio Unámonos y luego en San Juan de Dios. Ahí fue donde empezó a hacer deporte, primero practicó el fútbol, su posición era la de arquero, hasta que el entrenador Lucho Cáceres le vio condiciones para el atletismo. En un inicio, participó en pruebas de velocidad, en los 800 metros y 1500 metros. No sólo empezó a participar en competencias locales, sino también a nivel nacional ocupando los primeros lugares.
“Luego, fue el profesor Rildo Ramírez quien percibió que Carlos no era tan veloz, pero sí tenía resistencia y lo puso en las pruebas de medio fondo y fondo”, recuerda su papá.
Así, empezó a participar en maratones como la de la Virgen de la Candelaria de Cayma, después en otras competencias de Lima con atletas convencionales. La maratón se convirtió en su prueba favorita.
Sin limitaciones
Carlos entrena todos los días. Lo hace en el estadio Melgar, de 7:00 a 9:00 de la mañana. Ahí, con una discapacidad del 60 %, en medio de atletas olímpicos y campeones sudamericanos y panamericanos, está Carlitos, corriendo sobre la pista atlética con cronómetro en mano para controlar sus tiempos.
A Carlitos, dice su padre, le gusta definirse como un guerrero que corre detrás de sus sueños, para demostrar y demostrarse que es posible romper los límites que todavía impone la sociedad a las personas con habilidades diferentes.
“Mi hijo participó varias veces en la maratón de la Candelaria y en las principales maratones de Lima, y lo hizo con gran orgullo. Nuestra meta es que compita en maratones internacionales. Este 2024, esperemos que lo logre”, asegura orgulloso su padre.
Carlos Monroy Coacalla, es un sobreviviente de la septicemia, una enfermedad que afecta órganos vitales como el cerebro y el corazón y que provoca la muerte a una de cada cinco personas.
Carlos, el menor de tres hermanos, tuvo un ‘punto de quiebre’ en su vida, antes y después de aceptar su condición como persona con discapacidad. Creció con el amor inconmensurable de sus padres, hermanos y amigos que le dio el atletismo.
Este deporte le abrió las puertas y la posibilidad de soñar en grande. Carlitos, a cada desafío le suma otro más, y por fortuna, no le falta el apoyo ni la fuerza de voluntad para hacerlos realidad.