Voluptuosidad pura: El lobo de Wall Street

Leonardo DiCaprio aprovecha la riqueza del personaje que encarna y logra que este evolucione con éxito a lo largo del filme.

César Belan

El lobo de Wall Street (2013). El célebre director ítalo-norteamericano Martin Scorsese, autor de filmes de culto como Calles Peligrosas (1973), Taxi Driver (1976) y Toro Salvaje (1980), comparte con nosotros su particular visión sobre Norteamérica en la persona de Jordan Belfort, como antes lo había hecho con el desequilibrado taxista Travis Bickle y el boxeador de peso mediano Jake La Motta.

Un hombre y un particular momento en la historia de los Estados Unidos serán expuestos
con descarnada maestría por el consagrado realizador neoyorquino.El lobo de Wall Street da cuenta de la historia de un joven corredor de bolsa que, sumergido en el delirante ambiente de Wall Street, se inicia en una vida de excesos bajo el amparo del dinero procedente de colosales maniobras de especulación; crónica de un frenético círculo de depravaciones e ilegales actividades financieras que provocarán en Belfort, y en su pandilla, avaricia y egolatría sin límites.

La película es una fenomenal metáfora de un sistema basado única y exclusivamente en el dogma del bienestar económico, las técnicas de liderazgo y superación, y la promesa de un inminente futuro como millonario. Hablamos de la religión de nuestros tiempos: el ‘emprendedurismo’.

¿Gran película?

Hablamos de un filme ágil y atractivo que, sin embargo, no alcanza los clímax líricos y cinematográficos de las grandes películas de Scorsese. Se trata de una buena película, entretenida y muy adecuada al espectador actual, pero que muchas veces raya en la linealidad temática de un panfleto. Divierte y atrapa, pero eso es todo.

Más allá de esto, la habilidad con que el muchacho de Flushing presenta la historia es siempre admirable, sobre todo en lo que corresponderá al juego de cámaras desplegado, el ritmo que impone y las secuencias que presenta.

Lo mejor de la técnica hollywoodense es puesto en práctica para producir una película efectiva, mas no profunda. Sin embargo, es justo conceder que quizás la propia superficialidad del filme forme parte del discurso mismo de la cinta. De otro lado, consideramos digna de resaltar la actuación de DiCaprio, quien aprovechando la riqueza del personaje que encarna hace que este evolucione con éxito a lo largo de la película.

Desesperanza

Como dijimos anteriormente, las películas de Scorsese bien pueden servir como fiel testimonio de la sociedad norteamericana en sus diferentes períodos. Más allá de los logros artísticos de sus anteriores cintas, en ellas encontramos —además de la denuncia y el duro desconsuelo que transmitían— un dejo de esperanza que iba más allá de lo explícito de la crítica que se evidenciaba en su discurso y que, finalmente, apuntalaba la imagen que Scorsese tenía de su sociedad.

Sin embargo, en El lobo de Wall Street podemos entrever que para el maduro director cualquier futuro se presenta desalentador. El antihéroe que otrora encontraría el sentido de la humanidad después de una serie de ascensos y caídas, ahora se limitará a chapotear en el lodazal de su cinismo deleitándose de principio a fin en la futilidad. Su insoportable vacuidad será inundada, eso sí, por una atropellada sucesión de momentáneos éxtasis muy bien reflejados por Scorsese.

La vida será pura forma, deleite, desenfreno. Estamos pues ante la expresión de la cultura de la decadencia, un Satiricón norteamericano que es el barroco preludio del fin de una hegemonía. Advertimos, por otra parte, que para el heterodoxo cineasta aquel mundo cruel y desenfadado que juzga a la vez que retrata, resultará más tentador de lo que él pueda aceptar.

Se hace evidente, pues, la velada admiración que se trasluce de-trás de la aparente crítica: lo cautivante de sus personajes más inmorales; las justificaciones de sus actos reproducidos a lo largo del filme, y un complaciente final serán claras muestras de aquello. ¿No se esconderá detrás del reproche y la burla, la devoción hacia quienes hacen posible sus producciones con su dinero?

En conclusión, El lobo de Wall Street es un filme de autor; en él se advierte, a veces más y a veces menos, la mano de su laureado director. Vertiginosa, obscena, atrapante; se presenta como una de las mejores opciones en nuestra alicaída escena cinematográfica comercial. ¿Definirla en una frase?: Voluptuosidad pura.

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