Urbanismo, población y cultura en Islay (1827-1878)

Este puerto albergó a migrantes de diferentes regiones del Perú y el mundo

Víctor Condori
Historiador

Las costumbres de la población tuvieron influencia francesa y británica.

Luego del inicio de sus operaciones en 1827, el puerto de Santa Rosa de Islay se convirtió en el destino obligado para una población tan diversa como numerosa, nacional y extranjera. La primera de ellas provenía de distintas regiones del Perú y del departamento de Arequipa, atraída por la posibilidad de encontrarse con alguna fuente de empleo o de realizar negocios relacionados con el comercio de importación y exportación.

Entre los primeros en establecerse en este puerto, además de los imprescindibles empleados de la administración de aduanas, los del resguardo, así como el pequeño contingente militar encargado de la seguridad y de “precaver las internaciones clandestinas de efectos mercantes”, estuvieron numerosas familias provenientes del clausurado puerto de Quilca, quienes fueron atraídas por un temprano reparto de terrenos realizado por las autoridades en beneficio de los primeros pobladores.

El crecimiento económico del puerto en la segunda mitad del siglo XIX influyó aún más en el incremento de la población.

El puerto de Islay contribuyó en el crecimiento comercial de Arequipa.

Espacio urbano

Una década después, la población de Islay había crecido considerablemente y llegó a cerca de 1286 habitantes, de los cuales 689 eran varones y 597, mujeres.

En relación con las características de las viviendas y los materiales predominantes, la viajera francesa Flora Tristán, con su habitual minuciosidad, nos detalla que la mayoría de ellas estuvieron construidas principalmente de caña, no estaban enladrilladas, “pero hay algunas muy bonitas, hechas de madera, que tienen elegantes ventanas y el suelo entablado”.

Precisamente, uno de los materiales más utilizados para la construcción de viviendas y edificios durante esta temprana época fue la madera, aunque era escasa en la región, y por ello se la importaba desde Guayaquil, Chile, Estados Unidos y Europa. Así lo confirmó el geógrafo italiano Antonio Raimondi, quien visitó el puerto de Islay en la segunda mitad del siglo XIX y para quien la madera era el único material de construcción “no por falta de piedras, pues precisamente abundan, sino por falta de agua para hacer la mezcla y preparar los adobes”.

El crecimiento económico del puerto en la segunda mitad del siglo XIX influyó aún más en el incremento de la población. De ese modo, para 1862, Islay tenía una población aproximada de 1554 habitantes y cerca de 400 viviendas, distribuidas en 11 calles: 4 longitudinales y 7 transversales, además de dos plazas.

Varios provenían de distintos lugares, como Inglaterra, Francia, Italia, Suecia, Irlanda, Escocia, España y Portugal. Algunos, luego de un tiempo de residencia en el Perú, contrajeron matrimonio con damas de la región.

Uno de los autores preferidos de la población de Islay entre 1827 y 1878 fue Walter Scott, el creador de Ivanhoe.

 

 

 

El bull-baiting, o el hostigamiento de toros con varios perros, era un extraño deporte de los ingleses, que luego fue prohibido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Población

El crecimiento poblacional del puerto de Islay dependió no solo de la expansión de sus actividades comerciales o portuarias, sino, sobre todo, del regular abastecimiento de agua potable. De ese modo, para la década de 1860, dicha población alcanzó su punto más alto (1554 habitantes), entre vecinos, residentes y transeúntes —tanto nacionales como extranjeros—.

Precisamente, sobre los extranjeros residentes en el puerto, Antonio Raimondi escribía por aquella época: “La población de Islay es bastante heterogénea, pues existe un gran número de extranjeros, principalmente ingleses, de manera que Islay parece más bien una población europea que peruana”.

Muchos de aquellos extranjeros se establecieron en el puerto muy tempranamente, sobre todo, luego del cierre de Quilca al comercio extranjero, donde habían residido desde los inicios de la guerra de la Independencia.

En cuanto al país de origen de estas personas, varias provenían de distintos lugares, como Inglaterra, Francia, Italia, Suecia, Irlanda, Escocia, España y Portugal. Algunos, luego de un tiempo de residencia en el Perú, contrajeron matrimonio con damas de la región. Pero también estuvieron aquellos que procedían de países americanos cercanos al Perú, como Chile, Bolivia y Ecuador, o un poco más lejanos, como Centroamérica, México y los Estados Unidos. Muchos de ellos destacaron como comerciantes minoristas, asistentes de comercio o trabajadores independientes.

Además de los extranjeros, el puerto de Islay concentró una importante y numerosa  población de individuos y familias provenientes de diversas regiones del departamento, como Tambo, Camaná, Ocoña, Mollendo, Catarindo, Quebrada de Guerrero, Siguas, Quilca y Vítor.

Incluso de otras localidades del territorio peruano, como Paita, Ica, Lima, Sicuani, Puno, Pomabamba, Lampa, Tarapacá, Huantajaya, Moquegua y Torata. Por lo general, eran pequeños comerciantes itinerantes de efectos importados y productos de panllevar traídos desde los valles cercanos, además de arrieros, jornaleros, pescadores y marisqueros, pequeños agricultores y pastores de las lomas, matanceras de ganado y transeúntes.

La influencia extranjera también se puede observar en otras prácticas cotidianas, como el  extendido consumo de cigarros, entre algunas mujeres, así como el juego de billar y la lectura de novelas de autores británicos.

Costumbres extranjeras

A diferencia de la ciudad de Arequipa, donde el predominio de la cultura francesa era muy notorio —y así lo puntualizaron en la década de 1830 algunos viajeros como Flora Tristán y Eugene de Sartiges—, en Islay, la población francesa no era tan numerosa y su influencia estuvo a la par de la británica.

En consecuencia, estos dos grupos influyeron en el surgimiento de ciertos usos y costumbres dentro de la sociedad isleña, como, por ejemplo, los gustos alimenticios y la bebida. En una edición del periódico La Bolsa, del año 1860, fue publicada una tarifa oficial de precios para el mencionado puerto, en ella, junto a los chupes de camarones y de carne, típicos de la región, aparecía el beef steak, al precio de 2 reales, junto al vino nacional y el aguardiente de uva, el vino de Burdeos y la cerveza, a 1 peso la botella.

La influencia extranjera también se puede observar en otras prácticas cotidianas, como el  extendido consumo de cigarros, entre algunas mujeres, así como el juego de billar y la lectura de novelas de aventuras o de poesía de autores británicos como Walter Scott o Lord Byron.

Con relación a las nuevas prácticas culturales introducidas y bastante populares en los primeros años de vida del puerto, se ha encontrado un curioso decreto de principios de la década de 1830, publicado por el capitán del puerto de Islay y firmado por el prefecto de Arequipa, que prohibía el bull-baiting —un deporte sangriento y violento típicamente inglés,  que consistía en hostigar o enfrentar a un toro con varios perros— por considerarlo “un deporte bárbaro e inhumano, adecuado solo para incivilizados”.

Costumbres locales

Finalmente, así como se introducían costumbres foráneas en el puerto de Islay, también surgían otras entre los residentes del puerto. Una de ellas estuvo asociada a las condiciones climáticas de la región costera, en donde, no obstante su condición desértica, durante los meses de invierno, debido a la alta humedad y las garúas esporádicas, los cerros de los alrededores se cubrían con una densa vegetación herbácea y arbustiva, que alentaba a la población local a acampar masivamente en sus alrededores por algunos días o semanas.

De la misma forma, durante los cálidos meses de setiembre, octubre y noviembre, llegaban a Islay numerosas familias provenientes, sobre todo, de la ciudad de Arequipa con el fin de bañarse en las aguas del mar, convirtiéndose este puerto en un verdadero balneario.

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