Un “infiernillo” dentro de la Recoleta

La biblioteca cuenta con 23 mil libros, 5 mil de los cuales eran considerados prohibidos hasta 1966.

El Convento de la Recoleta fue fundado en 1648, sin embargo su biblioteca data de 1661 cuando Fulgencio Maldonado, cantor de la Catedral de Arequipa, donó su colección de libros a los frailes recoletos con la esperanza de establecer un centro de estudios y reflexión para la comunidad de aquel entonces.

Con el paso del tiempo, la biblioteca fue creciendo poco a poco hasta llegar a tener alrededor de 23 mil libros; durante los siglos XVI y XVIII los ejemplares llegaron de los principales centro de publicación de Europa, un distintivo de esta época, son las marcas de hierro que tienen algunos. La práctica de marcar las páginas con hierro incandescente, es originaria de las grandes bibliotecas españolas.

El “infiernillo”

Dentro de la biblioteca se encuentra una zona denominada “el infiernillo”, lugar donde se guardan todos los textos que la Santa Inquisición consideraba (en aquel entonces) peligrosos, porque recogían ideas que para los defensores de la fe de aquella época, eran una amenaza para la doctrina.

Aquí podemos encontrar libros de filosofía moral y profana, de religión, de derecho canónico, también las ideas hechas de Balzac, Zola o Víctor Hugo, e incluso obras literarias como “El Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes Saavedra; aproximadamente hay unos 5.000 libros.

Si un religioso quería entrar para revisar algunas obras tenía que tener un permiso especial del superior de la congregación, el que autorizaba a abrir la puerta de este recinto prohibido; el monje que entraba, previa confesión de sus pecados, quedaba encerrado en medio de las ideas que allí permanecían en silencio. Luego, tras satisfacer su interés, el visitante tenía obligatoriamente que pasar nuevamente  por el confesionario.

Índice prohibido

Para que un libro sea considerado peligroso y puesto en los anaqueles del “infiernillo”, el autor tenía que aparecer en el Índex Librorum Prohibitorum. Se dice que este método de censura mantuvo su vigencia hasta 1966, cuando que el Papa Pablo VI lo dejó sin efecto.

Hoy, podemos ingresar a la biblioteca, pero “el infiernillo”, sigue siendo un lugar al que no se puede ingresar con facilidad pues muchas de las obras que allí se encuentran no han soportado el paso de los años y son básicamente reliquias que se deben cuidar muchísimo. Los custodios de estos libros argumentan que si los pusieran a servicio de toda la  gente, las visitas no se incrementarían, por lo que, el atractivo sigue siendo el hecho de que aquellos libros sean “prohibidos”.

Al ingresar a este recinto hay un cartel con un mensaje simpático: “Los tiempos cambian, la fe no”.

 

 

 

Salir de la versión móvil