Soldados de Salamina

Un periodista se obsesiona con el escape de uno de los principales ideólogos de la Falange durante un fusilamiento masivo al final de la guerra civil española.

José Manuel Rodríguez Canales

La prosa clara, limpia y buena. La historia simple y reiterativa como la obsesión del falso protagonista que la cuenta. Síntesis del argumento: un periodista se obsesiona con el escape de uno de los principales ideólogos de la Falange durante un fusilamiento masivo al final de la guerra civil española; intenta contar una historia real, no hacer una novela; en el camino va, viene, se detiene y vuelve a ir y venir como le ocurre a todo el que escribe; entrevista a testigos de la época, reconstruye los hechos como puede; se encuentra con Bolaño, el novelista chileno, y por una anécdota contada por este, cree o quiere creer y se convence de haber encontrado al verdadero protagonista de la historia: el soldado que le perdonó la vida al ideólogo.

Ideas que quedan

Los españoles no van a poder jamás sacarse esa guerra de la cabeza ni del corazón, viven según ella y de ella, aunque no quieran recordarla. Y si no hubiera ocurrido, la hubieran hecho. Como en toda guerra, al final no hay responsables ni totales ni completos ni puros, como tampoco hay buenos y malos absolutos.

La historia es un presente que se reescribe conforme uno vive, y según como uno vivió los hechos la reconstruye hasta fijarse en versiones que se recuerdan como contadas pero no como ocurridas. Exactamente como sucede con las novelas que tienen medio autor en el lector y este totalmente inmerso en el momento en que las lee.

La Falange era una idea heroica traicionada por un militarcito gordezuelo, astuto e hipócrita que paradójicamente apellidaba Franco, y que fundó un régimen semitiránico que como tal se llenó de intelectuales mediocres, artistas a sueldo y demás sabandijas.

Lo que se valora en toda tiranía es la adicción al caudillo y al régimen y no los talentos reales ni la creatividad. Un régimen —el de Franco— que duró cuarenta años exaltando a los muertos jóvenes, héroes que, para serlo, debían convenientemente morirse sin conocer el mecanismo frío disfrazado por la causa que con tanto ardor defendieron.

Una teoría que funciona

Saquemos a Franco y la Falange, pongamos cualquier cara de tirano que se nos ocurra de cualquier tiempo y lugar, del color político preferido para enaltecer o denigrar, quitemos a España y su guerra civil, anatopicemos y anacronicemos la cosa, entonces tendremos un ‘tipo’, algo como la teoría de los actantes, que funciona invariablemente así.

Siempre me ha llamado la atención eso, que en medio de una cultura que ensalza el cambio permanente y la ausencia de absolutos la historia parece repetirse según patrones fijos, tanto en la gloria del heroísmo como en la bajeza de la cobardía. Así, pareciera que, efectivamente, existe una naturaleza humana capaz de todos los extremos.

En este libro, Cercas tiene el buen gusto de no ‘apanfletarse’ hacia la izquierda, como está muy de moda, y de reconocer que los revolucionarios, de esa época y de estas últimas horas, son los que siempre, de alguna manera, buscan un orden en medio del caos.


El dato 

La Falange fue un partido político español con ideología fascista, fundado el 29 de octubre de 1933 por José Antonio Primo de Rivera.

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