Ser cholo

Manuel Rodríguez Canales 

Pensé mucho en lo que nos había dicho el gordo pecoso. En Maranga todos éramos cholos y por eso no había cholos. Pero ¿qué era ser cholo?, pregunta que creo nadie en el Perú ha llegado ni llegará a responder con claridad. Tengo la impresión de que es una de esas cosas para las que nos falta distancia, la serenidad que te da el no serlo y, por lo tanto, no temer serlo. Ser cholo depende de tantas cosas que hacer una clarificación é cosa dura, que sin embargo intentaré porque viene a cuento para esta historia que queremos algún día, terminar de contar.

De cariño

Me di cuenta de que se puede decir “cholo” de cariño, y se lo puede decir un blanco a otro sin ningún problema. Se puede cantar que uno es cholo y que no lo compadezcan, siempre y cuando lo diga uno y no otro. Se puede ser blanco en algunos sitios y cholo en otros. Se puede ser cholo por la ropa o las costumbres de tu casa. Por ejemplo, si se come caucau los días de semana o tienes un buda en alguna parte de la sala. Se puede ser cholo por el auto que manejas, por la ropa que usas.

En general, parece que esto se asocia al mal gusto que decretan los que se supone que tienen buen gusto. El cholo suele ser abigarrado, exagerado, como nuevo rico. Quien tuvo plata o cultura de joven no tiene esa manía de demostrar que ahora la tiene, no necesita aparentar. Creo que eso hace que en Lima hasta el más blanco sea cholo porque no es europeo o gringo. Y el limeño con clase vive demostrando su clase, sobre todo hacia dentro de sí mismo. No es gringo tonto; no es europeo erudito, es blanco vivo en un mundo lleno de cholos perdedores. Por eso necesita rodearse de gente bonita, ansía la exclusividad de barrio y balneario.

Ahora bien, el cholo no es el indio sin más, que bien puede ser reconocido por lo menos líricamente por la cultura universitaria desde hace un siglo. El cholo puede ser zambo, chino, mezcla de varias cosas. Están los chichone: chino, cholo y negro; y están los chichochú: chino, cholo, chu. Están los sacalaguas: negros blanqueados por mestizajes sucesivos. Todos son cholos.

Tarde

Otra característica del cholo es que siempre llega tarde a la moda del blanco. Veranea en el sitio que fue moda hasta que se fue de allí el último blanco o quedó sólo el blanco sin plata. Usa las marcas que se abarataron con el tiempo mientras aparecen otras que no entiende y le parecen huachafas cuando son las que ahora se usan.

Cuando agarra marca, todo tiene la marca para que haga juego. Hay en él algo que lo lleva a huir de sí mismo para darse una nueva identidad de blanco que nunca alcanza, porque algo en la estatura, el color o la forma de hablar siempre lo delata ante los blancos, aunque no lo haga ante sus pares que gracias a las marcas ahora son inferiores según él, mientras que estos lo consideran un afeminado o un estúpido alienado.

Tuve un curioso amigo que sostenía la extraña teoría de la forma del cráneo. Sería esa estructura ósea la que determina la choledad. “Los huesos no mienten” sentenciaba siempre con un gorro que impedía a cualquiera determinar la forma de su propio cráneo. Conozco una señora muy católica que una vez, arrugando la nariz, me dijo algo que parecía sintetizar su postura frente al asunto: “Yo no tengo nada contra las distintas razas; lo malo es cuando se mezclan”, cosa que contrastaba con su propia cara de dudosa procedencia.

Otros casos

Supe de un joven blanco y bronceado que fue a sacar su libreta militar y el malévolo cabo que lo atendía escribió con todas sus letras “raza mestiza”, generando una furibunda protesta del joven que explicaba que se había bronceado corriendo tabla en Punta Hermosa, cosa que ese cholo del cabo no entendería nunca, hasta que el joven seriamente afectado en su honor de blanco gritó: “¿Dónde has visto, indio ignorante, un cholo con pecas?”.

Supe también de un ser humano apellidado Hamann que sufrió muchísimo porque una vez, tomando la lista en la academia preuniversitaria, lo llamaron “Huamán” varias veces, mientras él se desgañitaba deletreando su apellido alemán para maligno solaz del cholo profesor que defendía a capa y espada que estábamos en el Perú y que nadie tenía la obligación de pronunciar apellidos extranjeros gracias al Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada que había implantado el quechua como segunda lengua y que seguro Huamán, halcón, en el benemérito idioma de nuestros antepasados, era una excelente traducción del alemán Hamann.

En fin, todo un mundo barroco y apasionado que parece estar en el núcleo del alma nacional. El Perú es un país muy raro y yo recién comenzaba a comprender que nunca comprendería.

Salir de la versión móvil