Resucitar en Navidad

En la selva peruana hay personas que se abrazan por Navidad al mismo tiempo que arriesgan su vida por el bienestar de todos.

Gabriel Espinoza Márquez
Renzo Núñez Yanyachy
Club de Periodismo – UCSP

Existen historias navideñas de gente que no conocemos, cuya labor no siempre permite que compartan la cena de Nochebuena, adornen el árbol con sus hijos o se estrechen en un abrazo de paz con sus seres queridos.

Una de estas historias la recibimos de César Juárez, el relator de una odisea navideña en el corazón del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro: el Vraem.

‘Infierno verde’

En el Vraem, el cerro Judas suele recibir reporteros que narran el ‘lado comercial’ de esta guerra. Más allá, en el ‘infierno verde’, el Ejército no permite el paso a nadie. No hay entrada a pie y los nativos son muy discretos para caminar allí dentro. “Ahí mandaban a mi hermano”, nos cuenta César, y así comienza la historia.

Una vez terminado su entrenamiento, George Steve Juárez Díaz, de 31 años y suboficial de la Fuerza Aérea del Perú (FAP), decidió enrolarse en el comando conjunto de las Fuerzas Especiales en la lucha contra el narcoterrorismo.

Jamás sabía cuándo lo enviarían a una nueva misión o cuándo regresaría de alguna otra. George era hombre guía, desactivador de bombas y experto en cuerdas; pero cada misión es única.

La última llamada

Fue en enero del 2011 la última vez que ‘Drako’, sobrenombre de nuestro protagonista, habló con su familia. Es usual que los militares destacados al Vraem tengan la oportunidad de llamar por teléfono a sus familiares antes de ir a cada misión. Aquel verano, George llamó y luego nadie supo nada más de él.

En la Navidad de ese año, George no llegó a Arequipa como solía suceder. Tampoco se sabía de él. En la espera, César miraba las fotos que alguna vez le dejó su hermano; en ellas se aprecia la espesura de los agresivos valles del Vraem, donde los militares peruanos toleran momentos extremos de riesgo en nombre de la seguridad nacional.

¿Qué ocurrió? Por malas coordinaciones del comandante, ‘Drako’ y su equipo fueron abandonados en el ‘infierno verde’ sin comida ni agua y con pocas posibilidades de sobrevivir. Era diciembre y, en medio de la nada, un grupo de hombres se disponía a pasar la Navidad huyendo de terroristas dispuestos a matarlos.

La Noche Buena

Y así, mientras la familia pasaba las fiestas del 2011 en incertidumbre, ‘Drako’, ‘Marrón’, ‘Lagarto’ y otros héroes sin nombre pasaron la Noche Buena sobreviviendo.

Hicieron una pequeña carpa para resguardarse del frío; se protegieron con barro y ramas secas, prepararon una modesta cena con insectos y animales vivos y contaron con la vasta maleza de los valles como el fragmento verde del tradicional árbol pero de la Navidad más dura que puede haber existido.

Final feliz

En los relatos, como en la vida, no siempre se corre con la suerte de compartir un final feliz. Por fortuna, y como se prefiere en estas fechas, nuestra historia sí cuenta con uno. César revive la historia y espera paciente las fiestas. Y devela el final: George sobrevivió, se casó y ya tiene dos hijos. Ahora vive en Lima y es resguardo del presidente a tiempo completo.

La Navidad del 2011, sin duda alguna, representa uno de los recuerdos más significativos para esta familia, porque resucitar en Navidad es algo de lo que no muchos tienen la oportunidad de preciarse. Lamentablemente, hay héroes sin nombre que siguen luchando, dejando su hogar sin fecha de retorno.

Los hechos acontecidos y narrados por César difícilmente se irán de nuestras mentes. Nunca de nuestros corazones. Porque la esperanza es quizá el mejor regalo que podamos darnos y porque la reflexión, una vez más, ha llegado a nuestras mesas decorada con un poco de paz; la esperanza, la reflexión y la paz que no muchos mantienen y que estamos llamados a contagiar, sobretodo, en estas fiestas. Feliz Navidad para todos, y especialmente para quienes luchan en el Vraem.

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